Friday, October 26, 2007

La carrera

La carrera


Estábamos reunidos en la orilla. Un riachuelo de brea nos separaba de nuestro destino. Era la misma emoción todo el tiempo. Nadie sabía quién iba a morir. Alguien de seguro. Quizás ninguno. Eso dependía del día. Dependía de la suerte de cada uno. A fin de cuentas dependía de muchas cosas. Sin embargo había que hacerlo. Una y otra vez. Ahogarse en la brea o en la repetición. No había más nada que hacer.

A correr. Somos perros callejeros. Tenemos que buscar nuestra comida en la calle y una forma de sobrevivir mientras seguimos siendo perros, animales libres, y no los esclavos que los humanos llevan por imagen cuando nombran esa palabra.

¡Uno!

Sale el primero pero sin riesgo alguno. Habían pasado las 12:00 A.M, lo que quería decir que no existía ni siquiera la amenaza de que pasara un carro. Eso no significaba que nunca pasaran. De todos modos Bushy hizo trampa. Se supone que esperaran a que se acercara un carro, de lo contrario, a hacerse a un lado en la competencia. No todos pueden ganar. No todos tienen los cojones para competir. El mero hecho de la sangre, la adrelanina, el sentir de que a cada paso que das la muerte da tres bajo el símbolo del neumático. Siguiéndonos. Es la naturaleza. Nosotros nos la vivimos de esa manera.

Salió el segundo y un carro casi le atropelló la cola. Salió ileso. El chofer miró por el retrovisor para ver si su víctima había sobrevivido. El perro lo había logrado. El carro, al ver que todo estaba bien, siguió su camino.

Entonces salió el tercero. El chofer no lo vio. Dio un golpe bien fuerte y quedó enredado en la confusión. ¿Qué rayos había pasado? Miró por todos lados. Incluso miró por el espejo. Frenó el carro. Entonces se fue esfumando la visión de Samy, el tercero de nosotros. Lo único que el pobre podía ver era a los otros perros en la otra orilla, con cara de asombro e incredulidad. Solo podía oír el motor de su victimario. Dejó que su lengua remojara su hocico por un momento. Cerró los oídos y perdió la competencia. Ahora solo quedaban dos perros y miles de espectadores. Sin embargo, se unirían más. Se unirían más…


David S. Gregory

Monday, October 15, 2007

Hemorragia

Hemorragia

La luna se llenó de sangre
y bajó por ella su memoria.

Una marca abrumadora
la abrazó entre la niebla

Y en su dolor una caricia
se olvidaba de ella.