Dialogando con el ayer
Prácticamente estaba acabando de llegar a mi casa. Estacioné el carro frente a mi pequeño buzón y bajé algunas cosas que dejé en algún lugar del comedor. Había trabajado durante todo el día y me moría de cansancio. Entonces regresé a chequear el buzón. No sé ni para qué lo hago. Es mas manía que otra cosa porque vivo sola. Casi nadie me escribe y, cuando por fin recibo algo, son cuentas, anuncios o cualquier otra cosa que no me interesa para nada. Hay veces que le echo una ojeadita dos o tres veces, sabiéndo que no tengo nada, o ya recogí la correspondencia de ese día. ¡A veces lo chequeo los domingos! Abrí el dichoso aparato y ví una sola carta dentro de él. Era una de esas cartas que nunca recibía. Se veía familiar. Leí su encabezado:
Damián Lugo
Commiato, rue du Fauberl, Montmatre
París, France, 75009
¡Damián! Hacía tanto tiempo que no sabía nada de él. Me daba mucha alegría que me hubiera escrito. No sabía como se enteró de mi dirección, ni la razón de su carta, pero esas cosas, aunque siguen dando vueltas en la cabeza, se dejan atrás una vez una se puede sentar con toda la calma del mundo y leer. Transportarse a un presente que no existe, porque hace tanto tiempo no se sabe de esa persona, y enredarse entre la historia que te escriben en la carta, y todos los recuerdos escondidos entre las palabras. Damián. Se había ido al extranjero hace unos cinco o seis años. No puedo recordar con claridad. Según me enteré estuvo un tiempo en Cánada y como al año se fue a Europa, donde se perdió en Madrid. Digo se perdió porque fue allí donde la perdí la pista. Ahora me escribía desde París. Yo misma me fuí un tiempo a Estados Unidos a terminar de estudiar pero cuando tuve el diploma en las manos volví a la Isla.
Me quité la ropa del trabajo y me puse cómoda. Empezé a cocinar y me fuí al comedor a leer a Damián.
Querido amor:
Amor. La palabra se me quedó atorada en la garganta y casi me asfixia. Hace tanto tiempo de eso. Ya te olvidé. Somos somos viejos amigos. Te conozco desde que eramos niños. ¿Por qué sales con eso ahora?
Espero que Juan me haya dado la dirección correcta y recibas esta carta. ¿Te acuerdas de Juan? Siempre testigo de nuestras ocurrencias. Siempre allí cuando lo necesitabamos. ¿Recuerdas que era nuestro “padrino”de bodas? Claro, nunca nos casamos pero igual, hicimos una actividad para parecer como si nos estuviéramos casando.”Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. Quizás eso fué lo que terminó por separarnos. Cuando se promete la eternidad se decreta la muerte. La cosa es que Juan ha cambiado. Ahora se ha puesto tan serio y juega a ser importante. Ganando tanto dinero. Tantas resposabilidades. Por mi parte, sigo siendo el mismo soñador de siempre. Con todo y eso nos telefoneábamos de vez en cuando. Las conversaciones siempre terminaban en regaños. Para nuestro viejo amigo yo soy todo lo que el no quiere ser. Un desperdicio. Jamás le daré la razón.
¿Desperdicio? ¿Juan le diría eso? Con Damián nunca se sabía. Toda palabra trágica no era mas que lo que el entendía de las situaciones. Siempre trataban de resumir su perspectiva. ¿Y por qué esta carta parece tan triste? Damián siempre fue triste. Por eso no podía quedarse tranquilo. Quería seguir buscando nuevas cosas que lo entretuvieran. Era eso lo que finalmente me enamoró. El siempre tenía un brillo en sus ojos nostálgicos que te hacían querer seguirlo, hacerlo feliz, estar con él. Nunca se dejaba. Como dije, no podía estarse quieto.
Como ves, estoy viviéndo en París. Llevo aquí casi dos años. Mi querido París. Te contaría cada detalle de la ciudad; sus calles, sus parques, su enorme cielo, sus carentes montañas y sus casas, que son tan apasionadas que se pegan hasta casi no poder respirar. Pero París es un sueño. Una idea. Una cosa que no se puede imaginar. Es tan lejana que siempre dejas escapar ciertos líquidos por ella. El espejismo en medio del desierto. Pero¿Sabes qué? París siempre sigue siendo una ciudad lejana, incluso cuando llegas a vivir en ella. Con tus dos pies explorando cada centímetro de su cuerpo, solo puedes imaginártela, sigue siendo como una alucinación. Como una imágen acompañada de una fiebre que es capaz de castrarte. Creo que esta ciudad es así de extranjera hasta para los que nacen aquí. Pero no te escribo para eso. A la larga, debes saber que este es el lugar perfecto para mí. Esta ciudad es tan triste como yo.
Acababamos de hacer el amor...
-¿Por qué tienes esa mirada de nuevo?
-Te voy a perder.
Me enderezé.-¿Por que piensas eso?
-Siempre pasa. Tarde o temprano, o te cansas tú, o me canso yo. Dos personas no pueden amarse así por mucho tiempo. Los que dicen hacerlo son unos hipócritas.
Espero no me guardes rencor. Si no estuvieras en mi cabeza, aún después de tantos años sin vernos, no te estuviera escribiendo en este momento. En mi momento.
¿Su momento? ¿Qué momento? ¿Se pensará casar?
...Una foto por aquí. ¡Por los novios!
¡Click!
Me encantaba cuando me creabas esas pequeñas cositas. Yo te había dicho que siempre había soñado con casarme y tú contestaste que no se hablara más. Al otro día estaban Juan y Maried haciendo de padrinos y todas nuestras amistades en una fiesta que simulaba una boda. Para que sientas la realidad del sueño- me dijiste. Había bizcocho, fotos y vals. En realidad se sintió real.
Desde que te escribí he estado de sitio en sitio. Ya te dije que no he cambiado. Estuve en Madrid, Barcelona, Berlín y Venecia. Finalmente terminé en París. Creo que me llamaba. Su esplendor y belleza era tan catastrófico como mi vida. No quiero que pienses que me siento culpable, que compré el discurso de Juan, que no pudé con la pesadez de esta ciudad. No es nada de eso. Mi vida no fue un fracaso. ¡Al contrario! Es mi triunfo. Desde mi nombre hasta este punto. No rechazo nada de ella, ni siquiera la tristeza. Sencillamente me encantó.
¿Le encantó? Pero si me estaba escribiéndo esta carta solo quiere decir....¡Es una carta de despedida!
Mi corazón palpitaba a las millas. No podía disimularlo. Sentía su piel tan cerca de mí, tan caliente. Sus uñas todavía estaban clavadas en mi espalda, y lo estarían por par de días más. Su aliento me rodeaba el cuello, y amenazaba con asfixiarme. Sus manos aún se paseaban tímidamente por mi piel, simplemente para tocar. El huracán había pasado, pero uno siempre quiere quedarse jugando con la piel.
Ignoro si todavía lo amo. No sé si será verdad lo que dicen: “Donde hubo fuego, cenizas quedan”. Si fuera cierto, no intentaría borrar sus cenizas de mi cuerpo desnudo. Sus huellas sin cicatrizar. Su olor abriéndome las fosas nasales. A veces todavía siento ese olor. Siento sus besos. El sabor de su boca, el sabor de su sexo...de su piel. No sé si será porque por mas que he compartido la cama desde que se fue, nunca le sustituí en realidad. Sigo soltera y quizás, esperando esta carta. Pero no de este modo. No ahora. Siempre me gustó pensarlo, aunque no supiera nada de él. Al menos estaba en algún rincón olvidado del mundo. Pero estaba. Tiene que seguir estando. Mi idea. Mi amor.
Sin saber la verdadera razón, siguiéndo mis impulsos, en mas o menos una hora estaba en el Aeropuerto. Tomé el primer vuelo a París y fuí, con la carta en la mano, hacia la dirección de Damián. Iba a llamar al trabajo en cuanto pisara tierra.
Pero ya me cansé. Simplemente he hecho lo que quería, y no me gusta seguir repitiéndome. No quiero asumir resposabilidades. No quiero asumir posiciones. No quiero madurar. No quiero ser adulto. Quiero vivir. Quiero hacer el amor. Quiero tomar el café mientras dejo perder mi vista por la ventana. Quiero ver la estrellas, la luna, leer un libro. Quiero escribirte esta carta. El ocio no existe. Esa palabra no hace mas que degradar la vida misma. No hay ocio, solo lo que uno quiere hacer. No quiero vivir para trabajar. En fin, no quiero ser Juan. No lo he sido. No lo voy a ser. Cuando repaso todos estos pensamientos me doy cuenta de la espantosa realidad.... yo ya he vivido mi vida.
No podía creer lo que leía. No podía creerlo en él, ese egoísmo. Para colmo, ¿Después de todos estos años me escribe para que yo sea su testigo? No puede ser. No quiero. No puedo. No quiero hablar de eso.
-Creo que voy a morir jóven.
-¿Por qué dices eso?
-Lo siento...para colmo, cada día la siento más cercana...
-¿A quién?
-A la muerte.
-¿Por qué dices esas cosas?
El avión siguió su curso. Clase económica. Sin audífonos para las películas. Una comida barata rechazada. Solo importa la velocidad. La rapidez. ¡Al cabrón París!
Siento haberte escrito tan tarde. Si vamos a decir la verdad, nunca antes intenté contactarte. Intentaba dejarte atrás, como todo lo que se vuelve muy conocido. Intentaba olvidarte. Ahora solo puedo pensar en tí y en todo lo que vivimos juntos. Por eso quería despedirme. Quería que solo me recordaras. Quiero que sepas que, incluso en los momentos mas callados, de esos que no quieren decir nada, venía tu recuerdo a mi cabeza. Siempre se me ocurría que era una deidad insana con mucho tiempo libre. Lo que quiero decir es que nunca te olvidé. Juan dice que aún no te has casado, que trabajas como enfermera en un hospital, que vives sola y casi nunca sales....eso no me dice si me olvidaste. De todos modos, quiero que encuentres a alguien que no juegue a hacer tus sueños realidad. Alguien que te cumpla tus sueños. Alguien que no se vaya.
Escribo esta carta en medio de mis lágrimas. Te amo. Nunca podré decir que es lo que significan esas dos palabras pero no tiene nada que ver con lo que todos dan por sentado. Es por eso que las puedo decir. Te amo.
Era una carta corta después de todo, pero tenía demasiados mensajes escondidos entre las palabras. Demasiados recuerdos que intenté dejar en las cenizas. Demasiadas cenizas capaces de mancharnos.
Tú eras la persona de la que me quería despedir... Adiós.
Llegué temprano en la mañana de no sé que día. Habían demasiados cambios de fecha. Tomé el primer taxi que pude y le indiqué la dirección que aparecía en el encabezado de la carta.
-No quiero hacerte más daño....es por eso que me voy.
No pude contestar. Las lágrimas ahogaban la primera letra de cualquier palabra que le quisiera decir.
Quédate. No me dejes sola. No me dejes ir....
Me dejarón frente al edificio de apartamentos. Era un edificio feo, pobre, barato. Típico de Damián. Cualquier cosa que pudiera pagar y que pareciera lo menos lujosa posible, esa sería su dirección inscrita por algún tiempo.
-Bonjour madamme.
-Bonjour. Vous parlez espagnol?
-Sí.¿Qué se le ofrece?
-Busco al Señor Lugo. Monsieur Lugo?
.....
-Lo siento señorita.
Su “r” estaba putamente sodomizada por el idioma francés....sonaba demasiado arrastrada.
-....el Señor Lugo se suicidó ayer. Encontramos el cuerpo en la noche. Ahora mismo está en la funeraria....mi más sentido pésame.
S Gregory
3 comments:
nene, pero que dramon! al principio me gusto, luego das demasiadas explicaciones. no subestimes al lector, por ejemplo, cuando explicas que lo del padrino de bodas es porque jugaban a la boda de chiquitos. trabajalo que se puede sacar algo nitido. evita los puntos suspensivos al final. no se por que el suicidio me parece la salida facil del cuento.
jajaja..cool! lo voy a trabajar un poco...es algo viejito este, por lo que debe necesitar arreglos de las grietas...gracias por tu consejo!
concuerdo con Mara... ahora quiero ver la version corregida!!! Donde esta?
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