Y al palo! Al palo es que ej…
Viendo las imágenes sobre el motín en el capitolio una y otra vez, recordaba aquella frase que cantaban Los sabrosos del merengue en los 90: Y al palo! Al palo es que ej! Y es que fácilmente podíamos hacer un mix de aquella muletilla entre el solo de la música merengue y las imágenes del pasado miércoles ya que al palo es que nos tienen y, cada vez que se le pregunta a la mayoría de los líderes del gobierno (excepto dos o tres con criterio propio como Vega Borges), pareciera que responden “al palo es que ej!”. Esa es su formula mágica para gobernar. Y a palo limpio vi como sacaron a la fuerza antiguos colegas y continuos amigos, mientras los legisladores miraban desde las ventanas y se reían, como se reía Rivera Schatz cuando regresó, alegando que “ya se fueron los revoltosos”.
No es de extrañar entonces que muchos ya colmen sus adjetivos para el gobierno y sus líderes como fascistas, dictadores, antidemocráticos. Tampoco es de extrañar que se asocie al gobernador con el dictador derechista de Chile Augusto Pinochet (esperemos que no llegue a eso o pronto dejaré de poder escribir estas líneas) o con la fácil y recurrente imagen de Hitler. Y es que la política del gobierno ha sido la de utilizar la fuerza en contra de la disidencia, o, el palo. Más asco no podía sentir al ver a Fortuño justificar los actos violentos porque dis que los manifestantes querían apoderarse del capitolio a la fuerza, que tenían piedras y gases pimientas en las mochilas, y que él tenía que defender la democracia. El gobernador fue más allá al decir que la gente de allí eran “socialistas”, una minoría que, aunque tiene derecho a manifestarse, tiene que respetar la ley. Dejando por el lado de que esto son mentiras, ya que la toma del capitolio era simbólica y, por tanto, pacífica, al igual que los gases y las piedras solo fueron utilizadas una vez comenzó la represión por parte del gobierno (el empleado del capitolio) y la policía, las inconsistencias del discurso del gobernador me hacen preguntar; ¿qué clase de democracia se defiende con uso de fuerza bruta y excesiva en contra de aquellos que se oponen o critican al gobierno? ¿Cómo se define la democracia cuando se niega el paso a la casa de la leyes y en donde las mismas se hacen a puertas cerradas? ¿Qué es la ley y cómo respetarla en un país democrático cuando las mismas son aprobadas por los mismos que nos roban a puertas cerradas y palo para el que no le guste?
La insistencia en “respetar la ley” es la que ha hecho que mucha gente defienda la postura del gobierno. He escuchado a muchos justificar el motín porque, supuestamente, los estudiantes provocaron a los policías. Entre las justificaciones de la gente, y que son parte de lo que ha dicho el gobernador, el presidente del senado, y Roberto Arango, quien nos recordó los tiempos del cerro maravilla cuando tildó de “héroes” a los policías que abusaron de su poder, se encuentran las de que los estudiantes habían anunciado de antemano apoderarse del capitolio (que ya mencioné era simbólico y se basaba en leer unos reclamos sentados pacíficamente en el suelo), que provocaron con insultos e improperios, que lo que querían era obstaculizar los procesos legislativos, y que no representan a la mayoría del pueblo. De hecho, es este concepto de “la mayoría” del que se amparan los miembros del PNP cada vez que son cuestionados, como si la abrumadora victoria electoral diera permiso a pisotear toda crítica y disidencia. De ser así, ¿cuál es la supuesta democracia que supuestamente defiende Fortuño? ¿La de los que piensan como ellos? ¿Y qué con los demás? ¿Al palo? Eso apesta a dictadura y no a democracia. De hecho, el mentado Hitler llegó al poder por el apoyo de “la mayoría”, al igual que otros dictadores que fueron impuestos mediante golpes de estado. Tanto Pinochet como Videla en Argentina, tenían en apoyo substancial de una gran parte de la población y, como el gobernador ahora, se amparaban en mantener la ley, el control y dispersar los agentes del caos. De hecho, Fortuño reafirmó su postura días más tardes, al decir que iba a ser más fuerte contra sectores socialistas que quieren sembrar el caos, entiéndase, van a usar más palo y fuerza contra los disidentes en nombre de la “paz”, la ley y el orden (al igual que los últimos dos dictadores mencionados). Tampoco se aleja mucho de esa visión cuando pide asesoría a la policía de Nueva York, cuyo esfuerzo mantiene una línea de ofensiva contra la insatisfacción del pueblo y un intento por limpiarse la cara con una estrategia de relaciones públicas para que parezca que lo que sucedió el miércoles no va a volver a ocurrir. Este es un cuerpo policíaco con un historial de violaciones de derechos civiles y que forma parte de un país (Estados Unidos) donde las protestas son raras y las luchas son también suprimidas por fuerzas policíacas embriagadas de poder. No obstante, cualquiera que recuerde los pasos del gobierno desde el día número uno debe tener muy claro que ese llamado fue una estrategia de última hora para atender el mal sabor que dejó en la boca a los seguidores del PNP que no se tragaron las excusas para usar la fuerza.
Que quede claro, es un aguaje. Desde el primer día el gobernador ha sido enfático en su política violenta y represiva. Escudándose con su carita de nene bueno (por la que la gente sigue diciéndole Flojuño aun cuando ha demostrado ser tan hijo de puta como los gobernadores más violentos de nuestra historia), nombró a Figueroa Sancha de superintendente, cuyo historial de uso de la fuerza contra protestas y la prensa era su más notable mancha. Desde ese momento, se dictó que la política iba a ser impuesta y respetada (en nombre de la ley) y si no, al palo. Al palo trataron a estudiantes en la Avenida Universidad, al palo se trató a los manifestantes en la huelga de la Universidad de Puerto Rico, al palo (y tasers) a los que querían irrumpir en su actividad de millonarios en Plaza las Américas, al palo cuando se utilizó a la guardia nacional en algunos de estos excesos de fuerza (imágenes de soldados con armas largas supervisando, como en las dictaduras militares). De igual forma, se firmó aquella ley que daba al gobernador autoridad para utilizar a dicho cuerpo en caso de disturbios, tal como hacen los dictadores, augurando que iba a haber resistencia del pueblo para una agenda que sigue dejando a la gente en la calle mientras los desarrolladores, políticos y millonarios siguen derrochando nuestros recursos. Esa postura va a continuar y el hecho de que Fortuño no se haya retractado de lo que dijo la pasada semana subraya que la “asesoría” del cuerpo policiaco neoyorquino no se trata de una forma de atender de manera civilizada a las futuras protestas. Para el gobernador nada ha cambiado, todo disidente es un agente del caos y la colaboración de la policía exterior es solo un instrumento más para lidiar con ella, no para escucharla ni atenderla, como se debe hacer en una democracia. La forma en que el mandatario insiste en aminorar el descontento popular amparándose en el concepto de “mayoría”, y de acusar de populares y/o socialistas al que no le guste, es también un intento por desacreditar la voz de un sector que forma parte del pueblo y que en una democracia debe ser escuchado y atendido, más allá de victorias electorales. De igual manera, todo aquel que compare lo que ocurrió en el capitolio con el motín en el juego de baloncesto de Arecibo (toma oído prensa…haz las preguntas pertinentes y deja de mear fuera del hoyo) minoriza el descontento de un pueblo contra su gobierno y lo equipara con unos malos perdedores, que es lo mismo que decir que cualquiera que proteste “no es parte de la mayoría” (los que ganaron).
Esa reducción de la crítica y la protesta no es aceptable en una democracia. Los líderes elegidos por la vía electoral en una democracia representativa (obviando aquí cuan real es esto en el sistema electoral imperante) se hacen líderes del pueblo entero y no solo de aquellos que prestaron su voto, y para ese pueblo entero debe gobernar. De lo contario, el gobierno deja de representar a su pueblo y, por tanto y en una verdadera democracia, debe ser revocado como representante del mismo. Es precisamente esa idea la que atemoriza al gobierno de turno y la que los obliga a disminuir la validez de cualquier protesta mientras siguen su agenda de favorecerse entre ellos y sus amigachos. Es ese miedo el que estimula a usar el palo (cualquier metáfora de doble sentido también puede ser utilizada, es la misma idea…la de un pueblo que nos va clavando) para aquel que proteste; dejar claro quién tiene la fuerza y que aquel que pretenda cuestionarla va a ser sujeto a la misma.
Sin embargo, si el gobierno insiste, como deja claro que pretende hacerlo, en dicha política, ese miedo debe hacerse realidad de una forma u otra. Y es que si no se toman en cuenta a las voces que componen una sociedad, el gobierno deja de ser democrático, punto. Si permitimos que eso suceda y lo justificamos, estamos dejando que esto se torne descaradamente en una dictadura (que conste, mucha gente apoya a los dictadores en la misma, no crean que se trata de gente que tiene que decir que sí y ya…todavía hay muchos que apoyan a las dictaduras en Grecia, España, Chile y Argentina). Si en realidad creemos en una sociedad democrática, cada voz debe ser respetada. De lo contrario, los gobiernos deben ser sustituidos, ya sea mediante instrumentos judiciales que defiendan la constitución, la revocación electoral (que requiere de una madurez política que supere el partidismo tradicional de rojos, azules y verdes), u otras vías que reten al palo y dejen claro que por más que traten de silenciarnos, vamos a seguir clamando por los derechos que nos otorga el imaginario de la democracia. Solo así, los gobernantes dejarán de servirse del pueblo y comenzarán a servir al pueblo. Solo así, podremos tener fe en nuestro gobierno y en nosotros mismos, como parte de ese otro imaginario que se llama Puerto Rico y del que TODOS formamos parte.
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