Hace unos meses hablaba con un amigo que me dijo que pasaba por días tan melancólicos que escuchaba a Victor Manuelle. No recuerdo la canción pero su comentario me hizo recordar un poco el tipo de música que le gusta cantar al cantante de salsa. Si bien es cierto que Victor Manuelle comenzó como una versión “juvenil” (o infantil) de Gilberto Santa Rosa (“el caballero de la salsa” o el Tito Rodríguez wannabí), y tratando de seguir en esa onda, luego se tornó más deprimente – ¡ehem! – triste…hmm, clichósamente triste, como esas canciones de balada moderna que siempre son de lo mismo o como una canción de Maná (si escuchaste una las escuchaste todas). Claro, mis recuerdos de la música de Victor Manuelle se basan en mis momentos en escuela superior y, luego, en los momentos posteriores en que alguien puso la radio en Puerto Rico y dieron alguna canción que para mí era nueva, aunque bien pudo haber tenido par de años y yo no hubiera podido diferenciar si era material nuevo o no. Lo era para mí.
Sin embargo, recuerdo que muchas veces sus canciones me llamaron la atención por ser sumamente tristes, o sea, al borde del suicidio de deprimentes, mega corta venas (aunque la versión pop…no tanto como las corta venas de un Lavoe o Tito Rodríguez), pero todo con el ritmo ahora enlatado de la salsa isleña (más enlatado aun es el estilo de él que siempre suena igual, al menos en cuanto a percusión se trata). Recuerdo que pensaba, “carajo, no sé si llorar o bailar”. Ese contraste me volaba la cabeza en aquel entonces, pero ahora que repensaba esas canciones, entiendo totalmente el porqué Victor Manuelle ha sido exitoso en Puerto Rico.
Y es que esa doble nota es la que caracteriza a Puerto Rico. Nuestra isla es una alegremente deprimida en donde la gente, ante la realidad que vive y respira a Caribe, queda atrapada en esa dicotomía; entre las ganas de llorar y las ganas de bailar, o viceversa. De hecho, la isla ha sido puesta en una minoría de listas que la ubican entre los lugares “más felices” del planeta, mas sin embargo, los ves malcríaos, apestao’s, haciendo cortes de pastelillo, asfixiaos porque no saben cómo sobrevivir la quincena (la clase media trabajadora), y recurriendo en todo momento a la violencia. Dicen por ahí que la nueva moda en la isla es pegarte un tiro si miras a “la mujer” del tipo…o sea, ¡eso sí que es propiedad privada! ¿Quién puede ser feliz con esa neura? ¿Y cuántos no andan con depresivos? Y por favor Señor periodista, ¿me puedes pasar los últimos numeritos de suicidios en lo que va de año? Dale que eso es lo tuyo y te pone más bellaco que a pedófilo en Chucky Cheese. Y que si el crimen, los tapones, los apagones, los malos gobiernos, ¡la Comay!….no hay playa ni Medalla que mantenga feliz a nadie con esa ganga, al menos no todo el tiempo.
Victor Manuelle y su salsa de personajes patéticos pega por ese tener ganas de ir llorando y cantando, por ser una versión facsímil razonable de esa cultura que vive conforme con su realidad siempre y cuando sea bailable. Cualquier respuesta o sugerencia para esa indecisión entre el llorar y bailar queda tan lejos como una estrella.
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