Sunday, August 28, 2011
El despedazo
Ella era
la quimera de mis sueños,
orgía de mis pesadillas.
Espejismo al que me adhería
solo por abrirme heridas
por la posibilidad de abrirlas.
Así,
un buen día
me compró boleto de ida
hacia el país de las despedidas
para pasar una estadía,
una temporada en el infierno.
Sin despedidas,
sin lágrimas ni gestos,
mi femme fatale
y con hombre nuevo,
quien me empujó al umbral.
El desencanto
que más bien fue
El despedazo.
Así, en pedazos
abrí las botellas de whisky
para inyectármelas por vena.
Así, despedazado
Parte
Por parte
Fui deshilando
Cada verso
Cada palabra,
Cada sobra
para usarla de vestido
Antes de mi viaje.
Y vi que no quedaba nada
más que vacío,
Así que me abrí yo mismo
y me saqué cada rinconcito
de mis adentros
para mimetizarme.
….
Han pasado los días
Uno,
Dos,
Ceros
Y me he olvidado
de cuánto me queda
al igual que de mis pedazos.
Mas el dolor del corazón sigue
Latiendo los pasos del desentierro.
DS Gregory
Monday, August 22, 2011
Sobre arteobre
En una isla donde hay cada vez menos empleos, donde cada vez hay menos gente ya que o son asesinados o se ven forzados a irse, donde se siguen cerrando puertas y espacios de expresión pública, especialmente aquellos que sean gratuitos y del disfrute de la comunidad, resalta cuando dos o tres quieren jugar el papel de David versus el Goliat de la represión, la censura, la apatía e indiferencia que corroe a la isla. Son pocos, pero sus voces son fuertes e intentan insistir en las expresiones culturales, en el talento individual y colectivo que sale de gente originales de la isla, y en hacer arte por encima de los intentos de callar sus voces y de cerrarle todo espacio a ese tipo de manifestaciones (la importancia es para la ciencia y los que traen o se llevan el blin-blin). Ante esa oposición, es difícil encontrar sus voces. De hecho, parte de la estrategia del Goliat es esa división e insistencia en el individualismo, para que ninguna de esas voces se convierta en parte de una manifestación entre manifestaciones de arte. Los pluralismos heterogéneos representan siempre una amenaza para los que quieren extirparlos del espacio público con una agenda homogénea.
Es por eso que hace poco más de un año se levantó la página web de Arteorbe. Este portal supone ser algo así como un mejunje, una mezcla de todos los ingredientes que se cosechan en la isla a través del arte. Según Pedromiguel Pagán, quien desarrolló el portal, se trata de “ArteOrbe es un portal de apoyo a todas y cada una de las manifestaciones artísticas existentes, desde la plástica hasta la culinaria. Nuestro proyecto se vale de la tecnología y su arraigo social, cultural y económico para establecer un mecanismo multisectorial que convoca, reúne, expone, facilita, produce y difunde arte emergente local e internacional.” En otras palabras, se trata de una forma creativa de usar el medio cibernético, no solo para exponer arte (en el sentido amplio de la palabra), sino de conocer de y sobre otros artistas, mostrar la cría, reunir las nuevas voces que claman por su merecido espacio.
Ya era hora de que alguien tuviera los cojones para usar el Internet a favor de la creatividad isleña. Invito, pues, a todos los que crean (y creen) de una u otra forma, he aquí una ventana, he aquí una puerta, he aquí Arteobre.
Monday, August 15, 2011
Siempre escribo lo que pienso
En los últimos meses he sido criticado por algunas personas por mi supuesto “estilo violento”, mayormente en Facebook, pero la crítica se expande a algunas de las reacciones que he comentado en este blog y en lo que escribo en general. Al parecer y según esto, hay dos personas, la que aparento ser detrás de la conveniente letra (cibernética) y la que soy en persona. Se trata de un desfase de tal magnitud que han llegado a decir que aunque yo “soy un amor en persona”, el David de Facebook merece “un puño en la nariz”, en caso de que yo fuera así en vida real. Demás está decir que la crítica, al igual que el eco de la misma por otras personas, me tomó por sorpresa y, cómo no, me molestó un poco, podría decir que hasta me dolió. Sin embargo, al darle cabeza al asunto, me pregunto, ¿de qué carajo hablan? En primer lugar, yo soy tanto el David que conocen en persona (“el amor”) como el David que leen (el que quieren golpear en la nariz). Este último, que se expande desde las pendejadas en Facebook, al blog, y hasta cosas más serias, intenta mover un poco las cosas, cuestionar, criticar, mover el Jenga, y cómo no, joder, ¿no es para eso que se escribe? ¿No es para eso que se crea? ¿No es para mover los cimentos, cambiar las piezas desde realidades alternas? O sea, en el día a día vivimos la creación del performance que nos gusta jugar, más es en la creación, el arte, la palabra escrita o lo que sea, se esconde la intención de reaccionar a lo que vemos mal en el día a día y hacer algo al respecto desde ese lugar indirecto del arte en su más amplio sentido. En esos casos, no es nada personal, se trata de un ejercicio estético…y sin embargo, es totalmente personal para las personas que sean el blanco, pero ya no por ellos, sino por la idea en que representan en X o Y. Si no fuera así, ¿para qué se crea? ¿Para qué se escribe? Desde la estupidez más básica (de las que estoy preñado de ellas), hasta la cosa pequeña y genial que se escape en cierto momento, se intenta re-presentar para que se vea la hipocresía en la que nadamos día a día (no como instrumento de enajenación como la religión, sino como instrumento de enlace entre la imaginación de un mundo mejor y la presión para que nuestro mundo sea mejor). Los días de mimetizar pasaron hace rato. Hace ya más de dos siglos que vivimos en los tiempos del “shock”, del usar el arte para destruir la imagen estática de un mundo que antes nuestras cortas existencias parece que no se mueve, y aunque ya el “shock” es un cliché también, todavía es parte de nuestro código estético. ¿O porque sea un cliché debemos conformarnos y portarnos bien?
En mi caso hay también algo de válvula de escape, por más anticuado que ya esté eso del shock y de usar válvulas de escape, y si bien dirán que un lugar como Facebook no es el lugar para alguien que crea, todo lugar es un lugar, y para alguien que escribe, toda letra es un ensayo, una posible oración que haga sentido. Ahí podemos estar abriendo puertas en donde no se supone (el media no es creado para crear sino para enajenar, perdonen entonces los inconvenientes).
Lo cómico de todo esto es que yo no tengo el status para ser criticado de tal forma por lo que escribo, pero me temo que es precisamente por eso que se me critica. También es cómico el hecho de que esté escribiendo para defenderme cuando en nada importa. Los que me conocen no lo toman personal. Los que no me conocen no les importa. A los otros que sean ofendidos en interín, ¿qué me importa? ¿O acaso vivimos en los tiempos de las etiquetas o regresamos a ellos? ¿Por qué andar uno con ciertos modales y auto-censurarse, no decir las cosas para no herir los delicados egos de algunos que les gustan los malos modales siempre y cuando sean consumibles y no los de alguien que está comiendo en su misma mesa, digo, si es que llega a comer algo? Y ya hablando de arte y con toda la intensión de ponerme en esos lugares, ¿de qué sirve escribir algo si no es violento? Independientemente de que ya se haya hecho, si no sigue atentando contra los buenos modales, si no sigue invitando a golpear la nariz, ¿qué se logra? Para secarle las babas a la gente no se necesita escribir. De hecho, los grandes llegaron a ser grandes por su irreverencia. Baudelaire, Rimbaud, Arenas, Sade, Kafka, son algunos ejemplos. Zurita, Lemebel, Montecinos nuevos ejemplos, y en la música, todos amamos a un Lennon, a un Dylan, Waitts, Morrison, Draco, Bunbury, García, Cerati, un Silvio y un Cabral, no por ser “polite”, sino por ser abruptos, mal educados, violentos. De hecho, hace poco hablé sobre los que lloraban la muerte de Cabral en tono de mofa y me criticaron, a lo que tuve que responder que entre todos los que le lloraron, mis palabras violentas fueron el homenaje más cercano a su obra y, por ende, a su persona, porque no hay diferencia entre los dos. Pero claro, a ellos se les permite porque ya son validados, pero como yo no tengo validación mediática ni crítica, y me temo que ni tengo validación de muchos de estos que me conocen en persona, pues ¿cómo me atrevo a ver tan violento? No: debo callarme, censurarme, comportarme y ser el David amoroso que dicen que soy, lo que también es debatible. Me pregunto entonces, ¿acaso estas personas me prohíben mi derecho a crear, a reaccionar desde la palabra? ¿Acaso no me lo merezco? ¿Acaso lo que escribo no merece lugar alguno? ¿Acaso esos que me critican tienen la batuta para decidir?
Imagino que esto es lo que pasa cuando alguien se atreve a decir las cosas como las ve, sin ser nadie ni tener ningún sitial….va a ser largo el camino, pero no me pienso callar.
Sunday, August 07, 2011
El espejo del otro
Una de las cosas que nos caracteriza como humanos –si es que lo somos- es el identificarse con el otro. Puede ser la lágrima de alguien, la miseria, un mendigo, en fin, algo que nos mueva. Y hablo de extraños, no de seres queridos ya que por ellos actuamos por amor, interés o porque nos obligan. Sin embargo, con los extraños se desenmascara esa necesidad de identificarse en el otro para encontrar nuestra propia humanidad (que, sin embargo, tiene que conectar con nosotros a nivel personal de todos modos).
El media juega con esto y nos construye imágenes de fácil acceso con las que nos podamos sentir interpelados, no para movernos a la acción, sino por el contrario, para ser entretenidos. Es bien sabido para todos los que hemos tomado cursos de guión que uno de los objetivos cuando uno escribe para cine y especialmente para televisión es que se logre una identificación con la audiencia. Así, queremos que el chico enamore a la chica porque nos “sentimos como él”, o nos ponemos a llorar por tal o cual final de un personaje porque sentimos que lo conocemos de alguna forma. Sabemos que es una película pero igual estamos llorando como sendos pendejos. En ese sentido no solo somos manipulados, sino que somos infantilizados. Recuerdo cuando era niño como nos peleábamos por ser Leono, Luke Skywalker, Darth Vader, o Rafael de los Ninja Turtles. “Yo soy tal….tú eres tal”….incluso había algo de eso en los videojuegos y el escoger a Ryu sobre Ken en “Street Fighter 2”(y más vale que un nene no escogiera demasiado a Chung Lee). Así, hoy por hoy, todavía jugamos a ese “yo soy”, pero esta vez sin decirlo en voz alta para no sonar ridículos, para no ser expuestos como individuos manipulados por la ficción del pop-corn. Mas esa manipulación no se queda en las ficciones sino que se traducen en las ficciones que nos construyen el media, desde las noticias y la forma de presentarlas, hasta la farándula. Así, nos identificamos con tal o cual líder y despreciamos a otro sin indagar mucho más allá. O nos construimos héroes basados o la ficción.
Es por esto que Hollywood terminó creando al sustituto de la realeza en Norteamérica para luego empacarla al resto del mundo. Dentro de esa lógica se ha aplicado el modelo en los diferentes mercados nacionales y así, el cantante o artista X o Y nos sirve de conejillo para idolatrar, imitar, criticar, amar u odiar. Vemos en las imágenes de estos dioses construidos por el media el reflejo torcido de nuestros propios deseos frustrados. No es de sorprendernos entonces que para muchos los eventos de su vida sean tan importantes como los eventos de la vida de algún familiar, aunque nunca los hayamos ni visto en la calle. Muchos lloraron con la muerte de Monroe, Lennon, Elvis, Jackson, Cabral, y en su lloriqueo, se secaban las esperanzas de verse reflejados en los logros de unos extraños que fueron consagrados por haber logrado los sueños con los que nos amamantaron. Lo triste del caso es que muchos los lloran más a ellos que a la gente que muere en el día a día, a los vecinos, a los primos, incluso a veces hasta más que a familiares cercanos. Se llora la muerte de Winehouse, la de Cerati, la de Cabral, pero no les esperan las mismas lágrimas para los que no tenían nombres de neón en nuestros CD, en nuestras revistas, en la pantalla chica. Para esos anónimos les reservamos solo números y etiquetas: otra drogadicta, otra víctima de derrame, otra víctima del crimen. Los primeros terminan en películas, museos, mejores ventas y salones de la fama, los segundos terminan siendo estadísticas.
No pretendo estar inmune a la inyección de fantasías que nos proporciona Hollywood y el media en general, al contrario, son muchos los héroes caídos que tengo y envidio gracias a los sueños facsímiles proporcionados por ojo, oído y boca. Lennon, Morrison, Cobain, me dio pena el colapso de Cerati y la muerte de Winehouse, y de seguro viviré, celebraré y lloraré a otros tantos. No debería ser así. Debería importarme más el que tengo al lado, el que muere en la calle, el que pasa hambre, el que no puede salir de sus vicios, todos ellos deberían tener nombres, todos deberían tener rostros porque los tienen, no son meros números, no son estadísticas, son humanos con historias que sin fama, forman parte de este colectivo que hacemos pasar por humanidad. Invoco al subjuntivo del ojalá y con él espero que algún día nos miremos ante el espejo del otro sin los lentes discriminatorios que nos hacen valorar a una vida extraña más que a otra solo por el mero hecho de que son productos a consumir.
El media juega con esto y nos construye imágenes de fácil acceso con las que nos podamos sentir interpelados, no para movernos a la acción, sino por el contrario, para ser entretenidos. Es bien sabido para todos los que hemos tomado cursos de guión que uno de los objetivos cuando uno escribe para cine y especialmente para televisión es que se logre una identificación con la audiencia. Así, queremos que el chico enamore a la chica porque nos “sentimos como él”, o nos ponemos a llorar por tal o cual final de un personaje porque sentimos que lo conocemos de alguna forma. Sabemos que es una película pero igual estamos llorando como sendos pendejos. En ese sentido no solo somos manipulados, sino que somos infantilizados. Recuerdo cuando era niño como nos peleábamos por ser Leono, Luke Skywalker, Darth Vader, o Rafael de los Ninja Turtles. “Yo soy tal….tú eres tal”….incluso había algo de eso en los videojuegos y el escoger a Ryu sobre Ken en “Street Fighter 2”(y más vale que un nene no escogiera demasiado a Chung Lee). Así, hoy por hoy, todavía jugamos a ese “yo soy”, pero esta vez sin decirlo en voz alta para no sonar ridículos, para no ser expuestos como individuos manipulados por la ficción del pop-corn. Mas esa manipulación no se queda en las ficciones sino que se traducen en las ficciones que nos construyen el media, desde las noticias y la forma de presentarlas, hasta la farándula. Así, nos identificamos con tal o cual líder y despreciamos a otro sin indagar mucho más allá. O nos construimos héroes basados o la ficción.
Es por esto que Hollywood terminó creando al sustituto de la realeza en Norteamérica para luego empacarla al resto del mundo. Dentro de esa lógica se ha aplicado el modelo en los diferentes mercados nacionales y así, el cantante o artista X o Y nos sirve de conejillo para idolatrar, imitar, criticar, amar u odiar. Vemos en las imágenes de estos dioses construidos por el media el reflejo torcido de nuestros propios deseos frustrados. No es de sorprendernos entonces que para muchos los eventos de su vida sean tan importantes como los eventos de la vida de algún familiar, aunque nunca los hayamos ni visto en la calle. Muchos lloraron con la muerte de Monroe, Lennon, Elvis, Jackson, Cabral, y en su lloriqueo, se secaban las esperanzas de verse reflejados en los logros de unos extraños que fueron consagrados por haber logrado los sueños con los que nos amamantaron. Lo triste del caso es que muchos los lloran más a ellos que a la gente que muere en el día a día, a los vecinos, a los primos, incluso a veces hasta más que a familiares cercanos. Se llora la muerte de Winehouse, la de Cerati, la de Cabral, pero no les esperan las mismas lágrimas para los que no tenían nombres de neón en nuestros CD, en nuestras revistas, en la pantalla chica. Para esos anónimos les reservamos solo números y etiquetas: otra drogadicta, otra víctima de derrame, otra víctima del crimen. Los primeros terminan en películas, museos, mejores ventas y salones de la fama, los segundos terminan siendo estadísticas.
No pretendo estar inmune a la inyección de fantasías que nos proporciona Hollywood y el media en general, al contrario, son muchos los héroes caídos que tengo y envidio gracias a los sueños facsímiles proporcionados por ojo, oído y boca. Lennon, Morrison, Cobain, me dio pena el colapso de Cerati y la muerte de Winehouse, y de seguro viviré, celebraré y lloraré a otros tantos. No debería ser así. Debería importarme más el que tengo al lado, el que muere en la calle, el que pasa hambre, el que no puede salir de sus vicios, todos ellos deberían tener nombres, todos deberían tener rostros porque los tienen, no son meros números, no son estadísticas, son humanos con historias que sin fama, forman parte de este colectivo que hacemos pasar por humanidad. Invoco al subjuntivo del ojalá y con él espero que algún día nos miremos ante el espejo del otro sin los lentes discriminatorios que nos hacen valorar a una vida extraña más que a otra solo por el mero hecho de que son productos a consumir.
Thursday, August 04, 2011
La hipocrecia de la politica anti-droga
*“[…] no me entra en la cabeza por qué son malos los países que producen drogas, y malas las personas que consumen drogas y en cambio es bueno el modo de vida que genera la necesidad de consumirlas.”
-Eduardo Galeano
(Ser como ellos, siglo XXI, 41)
-Eduardo Galeano
(Ser como ellos, siglo XXI, 41)
Subscribe to:
Posts (Atom)