Te he buscado en la noche milenaria
que devoró a Kant y a Marco Bruno,
en el mar y su furia legendaria,
en la Biblia y hasta en un son montuno.
Debo confesar que te he soñado
en la confusión de vastos urinarios,
en el callejón con su horror desamparado,
en un parque y en cien mil balnearios.
Repitiendo mil sandeces te he buscado
auscultando los cuerpos y los rostros
entre estruendo de injurias y anatemas.
Y finalmente te he encontrado:
eres la soledad ante la cual me postro
para que surja el argumento de mis poemas.
-Reinaldo Arenas