Thursday, December 06, 2007

Mensaje para mi hermano

¿Quién es S? Spartagous, mejor conocido como S. o Spart, es mi hermano menor. Prácticamente mi héroe, tenemos un vínculo que va más allá de la sangre. Éste es tan fuerte, que puedo decir también que Spart es mi amigo y enemigo; a veces lo amo y a veces lo odio. Mas sin embargo, aun cuando es menor que yo, siempre miro hacia dónde él para inspirarme, siempre respondo a él. A veces pienso que todo esto es medio enfermizo, a veces parece una historia de amor con mi hermano, con mi hijo, pero yo no creo en enfermedades ni incestos, más allá de esa enfermedad que llamamos la existencia y el saberse parte de ella (que también merece aplausos y un homenaje de nuestros mejores fluidos). En honor a ti, mi hermano, brindo las pocas palabras que puedo escribir como farsante que soy. Mas ellas, son el tétrico homenaje que te puedo brindar en cambio de todas las que tú a mí me has dado. Tú, que me has mostrado nuevos mundos y sentidos. Tú poeta. Tú escritor. Tú amante y vagabundo errante. Tus palabras han marcado mi camino y a ellas me debo, aun cuando dicen que es la experiencia la que enriquece a uno. Joder, con tus 11 años has mecho más para mi que lo que Rimbaud para el mundo, aun cuando ese te vea con desdén e indiferencia. La sangre tuya no se derrama en vano y será recogida por la tierra, que engendrará nuevos frutos con ellas.
Un abrazo y mis más sinceros respetos. Por tu silencio, y por tus palabras, yo te he ofrecido las mías.

David Gregory

mas del poeta

“Me fui sin duda a titular
De caballero caminante,
Me puse todos los sombreros,
Conocí muchachas veloces,
Comí arena, comí sardinas,
Y me casé de cuando en cuando.

Pero sin querer presumir
De emperador o marinero
Debo confesar que recuerdo
Los más amables huracanes,
Y que me muero de codicia al recordar lo que no tengo:
Lo rico que fui y que no fui,
El hambre que me mantenía,
Y aquellos zapatos intrusos
Que no golpeaban a la puerta.”
-Pablo Neruda

Sunday, November 25, 2007

palabras del poeta...

“He vivido tanto que un día
tendrán que olvidarme por fuerza,
borrándome de la pizarra:
mi corazón fue interminable.

Pero porque pido silencio
no crean que voy a morirme:
me pasa todo lo contrario:
voy a vivirme.”
-Pablo Neruda

Friday, October 26, 2007

La carrera

La carrera


Estábamos reunidos en la orilla. Un riachuelo de brea nos separaba de nuestro destino. Era la misma emoción todo el tiempo. Nadie sabía quién iba a morir. Alguien de seguro. Quizás ninguno. Eso dependía del día. Dependía de la suerte de cada uno. A fin de cuentas dependía de muchas cosas. Sin embargo había que hacerlo. Una y otra vez. Ahogarse en la brea o en la repetición. No había más nada que hacer.

A correr. Somos perros callejeros. Tenemos que buscar nuestra comida en la calle y una forma de sobrevivir mientras seguimos siendo perros, animales libres, y no los esclavos que los humanos llevan por imagen cuando nombran esa palabra.

¡Uno!

Sale el primero pero sin riesgo alguno. Habían pasado las 12:00 A.M, lo que quería decir que no existía ni siquiera la amenaza de que pasara un carro. Eso no significaba que nunca pasaran. De todos modos Bushy hizo trampa. Se supone que esperaran a que se acercara un carro, de lo contrario, a hacerse a un lado en la competencia. No todos pueden ganar. No todos tienen los cojones para competir. El mero hecho de la sangre, la adrelanina, el sentir de que a cada paso que das la muerte da tres bajo el símbolo del neumático. Siguiéndonos. Es la naturaleza. Nosotros nos la vivimos de esa manera.

Salió el segundo y un carro casi le atropelló la cola. Salió ileso. El chofer miró por el retrovisor para ver si su víctima había sobrevivido. El perro lo había logrado. El carro, al ver que todo estaba bien, siguió su camino.

Entonces salió el tercero. El chofer no lo vio. Dio un golpe bien fuerte y quedó enredado en la confusión. ¿Qué rayos había pasado? Miró por todos lados. Incluso miró por el espejo. Frenó el carro. Entonces se fue esfumando la visión de Samy, el tercero de nosotros. Lo único que el pobre podía ver era a los otros perros en la otra orilla, con cara de asombro e incredulidad. Solo podía oír el motor de su victimario. Dejó que su lengua remojara su hocico por un momento. Cerró los oídos y perdió la competencia. Ahora solo quedaban dos perros y miles de espectadores. Sin embargo, se unirían más. Se unirían más…


David S. Gregory

Monday, October 15, 2007

Hemorragia

Hemorragia

La luna se llenó de sangre
y bajó por ella su memoria.

Una marca abrumadora
la abrazó entre la niebla

Y en su dolor una caricia
se olvidaba de ella.

Tuesday, September 25, 2007

Ecos

Eco estéril

My father’s life…I am his echo…
-Bei Dao


Yo, que ya no soy
nunca he sido;
veo el verbo transmitido
en cada esquina,
cada pensamiento dicho
el verbo me ha conjugado.

-Que de verbo eco eres-
eco he sido
eco hueco y vacío
De mi padre
De su padre
De el padre.

Eco he sido
mas eco estéril
que no produce sonido,
que ha sido castrado
que no será
que nunca ha sido.

Wednesday, September 12, 2007

poema de la caballa

Desde adentro

Es un lamento.
Es un grito sin lágrimas.
Desde adentro.
Desde el fondo de todo lo inevitable.
Desde el sollozo en espiral de espadas.
Desde la rama trágica
de un silencio perfecto.
Desde el azul caído
en los pies de la noche.
Desde la tempestad de
un sueño solitario.
Desde tí
y desde mí
grita un lamento
sin lagrimas
diciendo
¡Adiós!

-Julia de Burgos

Friday, July 20, 2007

Desperdicio

Cuantas palabras
He derramado
en el silencio perdido
de un rincón vacío
Olvidado,
Blanco.

Cuantas palabras
Enterradas en fosa común
de un papel herido.

Una vez pasado el sepelio
Sigue estando el silencio;
A nadie le importó
Nadie se desangró
El poeta no ha muerto

…nunca existió.

Friday, June 15, 2007

Monedas

Una historia dentro del baúl de color metálico

-para S.


La oscuridad de la noche le sirvió de abrigo. No había luna que sirviera de testigo. Sólo el silencio y el sonido de un aire acondicionado que intentaba desafiar al calor y la humedad de la naturaleza. En vano.

No sólo la luna; nadie pudo hacer de testigo. Otra momia olvidada, ¿Qué más daba? Esto era un asilo, o sea, un cementerio en potencia. Los empleados de este lugar no se preocupaban para nada de la vida, más bien esperaban la muerte. No la de ellos, la ajena, la de las pobres momias silentes que habían sido arrojadas allí para una sola cosa: morir. Hay que aceptar una cosa, lo único con lo que podemos contar es con la muerte. Esta es la razón por la que los ancianos se nos hacen tan incómodos. ¡Los cabrones se aferraron tanto a la vida que ahora no se sabe qué hacer con ellos! Retirarlos. Encerrarlos. Cuidarlos. De nada sirve, porque en lo más sincero y oscuro de nuestra ilusoria juventud creemos que nunca debieron dejarse poner viejos y, si ahora lo son, deberían resignarse con dignidad y retirarse. Morir. Aceptémoslo. Este mundo no es para viejos. Este mundo es para jóvenes. Este mundo es para gente que no sabe que hacer con la vida. ¿Por qué? Porque esta vida no tiene ninguna función, por tanto ¿Para qué sobre-vivirla? No. Vivámosla por accidente y ya. Rindámosle tributo a la eterna juventud inexistente y recemos para que no se vaya. El que llega a viejo, con todas las lágrimas de la hipocresía, merece que se le diga, ya una vez en su ataúd de metal: “Por fin.”

Samuel no esperaba eso. No era que él quisiera ser eterno. Simplemente no pensaba en la muerte. No, no la esperaba aún cuando todos los que le visitaban aseguraban su visita. Para él la vida se había resumido a un abrir y cerrar de ojos que ya estaba olvidado. Un abrir y cerrar de ojos que se tragaba cada recuerdo, cada pedazo de historia. Se tragaba cada pedazo de historia…hasta mi recuerdo.

¿Ismael? No sé quién es.

Fue entonces cuando llegó un silencio en los oídos que embarazó la habitación. El ruido del eco amenazaba con hacer sangrar los oídos de Samuel. La oscuridad subrayó su presencia. Nadie podía ver sombra alguna. Sin embargo, entre las mismas sombras, se coló una mancha que opacaba a las demás criaturas de la noche. Entró entre el silencio que dejaba la ausencia de la luna y las estrellas, y entre tanto silencio llegó al cuerpo de Samuel, que yacía durmiendo. Y le besó…le besó con un beso tan apasionado que le dejó sin aliento, salivando las últimas gotas de su existencia, los últimos recuerdos que yacían olvidados dentro de las pupilas arrugadas.

Al amanecer encontraron a Samuel con la boca abierta. Su semblante reflejaba la paz que sólo puede dar el encuentro con el beso de la amada que siempre hemos esperado. Su frente todavía guardaba las sobras del febril fervor que causa la pasión de un beso.

-Llama a sus familiares.

***

Yacían sepultadas en un pequeño baúl de color metálico. Ese color se hacía uno con su contenido. Metal. Metal. Más metal. El moho amenazaba con comerse aunque fuera el cobre anciano. Su olor a metal viejo marcaba una historia. Días, meses, años, décadas…eran monedas. Marcadas por el tiempo. Destinadas a ser usadas por un período de tiempo. Robadas, usurpadas de la circulación para ser secuestradas en ese baúl. Degradadas a ser piezas de museo, testigos en metal vivo de una época, una civilización y, por ende, una mentira creída por un momento. Monedas que pasaron de mano en mano. Mano a mano. Mano a mano. Mano a…y llegaron a las manos de Samuel. Ese muchacho, joven y pobre, otro extranjero más, parecido a las monedas mismas, una de entre infinitas. Había emigrado a la ciudad desde que era muchacho, aún cuando no tenía educación. En su sangre latían los sueños de Walt Disney, una version lite de Adam Smith. Uno se puede hacer rico, solo hay que entregar su sudor. Sí, es más fácil de lo que parece. Sólo se pasa por una oficina que hay en el mismo centro de la ciudad. Allí se entrega una gran cantidad de sudor, las energías, el tiempo y la vida. A cambio le dan dinero. Se supone que mucho, el suficiente para hacerse rico. Sin embargo, el precio es tan alto que lo dejan seco como una pasa, y sin saber que hacer con su muerte, porque ya de la vida no queda casi nada.

La ciudad era otro fraude. La ilusión del progreso quedaba aplastada entre toneladas de cemento, varilla, ruido y metal. En medio de ese monstruo y de un trabajo de doce horas los siete días a la semana, Samuel se refugiaba en la confección de su pequeño museo de metal. Su colección. Una historia que se acumulaba, que era testigo de la riqueza que se recibía a cambio, que aumentaba con cada año que era guardado en el baúl.

¡Ah! Y ese placer de admirarlas. Ese olor cobrizo. Ese olor a historia. Ese delirio de poder que causa el valor multiplicado. La importancia de cada historia que era plasmada entre ellas. El símbolo del poder. La mentira de la riqueza.

Horas. Más horas. Las que fueran necesarias para admirar toda esta belleza. Para guardar cada una, brillarlas, darle su amor, mientras iba introduciendo nuevas piezas al museo. Luego a estudiar el valor, más inestables que las olas del océano. Este rito era repetido varias veces en la semana, cuantas veces fuera necesario escapar. El escape casi siempre significa la posibilidad o el intento de poder darle una pizca de sentido a lo que no lo tiene; vivir. Samuel, con una leve sonrisa que no podía disimular su gozo, su satisfacción, olvidaba cualquier noción de escape. Para él, la única importancia de tener algún tiempo libre se debía a que podía repetir su rito. Era su tributo final al dios que había decidido buscar. Quería dinero y allí estaba emblematizado. Valía la pena el trabajo. Esto era vivir. Otra sonrisa.

Valió la pena.


Valió la pena. Si no lo hubiera hecho no hubiera podido soportar su ausencia. Mi deber era perdonarle sus faltas como padre. Soy su hija. Eso es lo que importa…es lo que importa, aún cuando la mayor parte de su vida él lo hubiera olvidado. Ẻl hizo lo mejor que pudo. Trabajaba todos los días para mantenerme, para sostener un hogar. Ahora lo puedo entender. Más bien lo entendí desde que me hice madre. Hay que estar calzando los mismos zapatos para poder entender los sacrificios de los padres. Hay que cargar a cuestas un hogar para saber que eso significa estar ausente del mismo la mayor parte del tiempo.

Mi padre murió ayer. Mi padre será enterrado mañana. Vivió el tiempo suficiente. Es algo cruel, pero al menos ahora puede descansar. La pena es que, como vivió tanto tiempo, sobrevivió a sus amigos y a los compañeros de una generación. Ahora sólo quedamos nosotros. Su pequeña familia. Somos los testigos en silencio del espectáculo de nuestro futuro. Somos los herederos de un ataúd color metálico, con olor a cobre. Así como está él, acostado entre tanto frío, estaré yo, y lo menos que puedo hacer es servir de ejemplo a mis hijos para que ellos me imiten. ¡Ojalá me imiten!



El espectáculo de la muerte. Su celebración. En todo momento estamos celebrando la cercanía de la misma. En nuestro cumpleaños, cuando las velas intentan incendiar la vida a medida que se va acabando. En nuestra boda, cuando decidimos dejar de vivir y comenzar a envejecer junto a alguien que en poco tiempo comenzará a pudrirse y nos hará imposible la convivencia. Finalmente en estas fiestas, que ya no necesitan de lloronas. Todas estas fiestas son para el mundo entero, menos para uno. Sí, porque en nuestro eterno temor, le huimos y nos ausentamos a las mismas. Es como si nuestra ausencia en tales rituales nos pudiera excusar ante la anfitriona, ante la diosa que pide hambrienta su oración. ¿Quién sabe? Quizás seamos inmortales. ¡Je! Quizás esa es nuestra esperanza. Si fuéramos sinceros nos daríamos cuenta de que no hay tal cosa, que por más que huyamos la muerte se nos va a aparecer de frente y nos dará su suculento beso. Si fuéramos sinceros nos daríamos cuenta de que lo menos que queremos es ser inmortales. Corremos precisamente para saborear el beso, para irnos lubricando ante la espera del mismo.

Es un pequeño alivio que abuelo se haya ido. No sé cuanto tiempo hubiera podido seguir soportando esas visitas para verlo muerto en vida. La vida nos come vivos, o la muerte. No sé. Sé que si abuelo llevaba la marca del final, yo tenía que refugiarme, escapar, buscar cualquier excusa para retrasar su visita, el recuerdo de que tengo que morir rápido si no quiero permanecer encerrado en un cuerpo que me ha traicionado y me ha sentenciado a mirar el techo hasta que llegue una noche oscura.

No. Ya yo no conocía quién era ese que estaba acostado. A la misma vez, él no me reconocía a mí. Éramos dos extraños al borde de una cama de hospital. Las palabras eran imposibles. Por eso yo me sentaba en medio de esas escasas visitas a entablar conversaciones mudas con él. Era una nueva relación. Era lo que hacía posible que pudiéramos tragar en medio de la visita. Recuerdo que la última vez que le visité había soñado con él. El guiaba un jeep, como en los tiempos de su juventud. Guiaba a exceso de velocidad en medio de una cordillera. Sabía que tenía que visitarlo esa semana. Sabía que era la última vez que lo visitaría. Era por eso que, en medio del silencio, me despedí. Él hizo lo mismo y me guiñó el ojo mientras seguía con los ojos cerrados. Fue por eso que cuando me llamaron al trabajo para decirme que mi abuelo había muerto, pude sonreír. Ya nos habíamos despedido. Todos habíamos sido perdonados. Podíamos descansar en paz.

Ahora miro su cuerpo, tan pequeño y esquelético. Tan frío. Tan duro. Y en medio de mi admiración están los demás, familiares y extraños, amigos y los amigos de amigos. Celebrando. Comen galletas, toman café o chocolate caliente, narran los últimos aburrimientos de sus vidas, como queriendo disculparse ante la muerte y su más reciente víctima, como queriendo subrayar que aún estaban vivos, aún cuando estuvieran más muertos que abuelo. Todo esto me hace recordar El velorio de Francisco Oller y renovar mi admiración por esa pieza de arte. Una fiesta. Un carnaval que nunca puede detenerse, y abuelo es el plato principal.

Tantas veces me pareció que abuelo se había movido que he perdido la cuenta. Este estado febril sólo me sirve para no perder la perspectiva. Todo me recuerda que, como en el cuadro, la muerte está vivita y coleando, paseándose en medio del jolgorio. Trata de memorizarse los rostros de sus futuros clientes.


El testamento confirmó lo que ya Samuel había dicho en vida. Las monedas pasarían a las manos de su nieto Ismael. Fue por eso que le entregaron el baúl unos días después del entierro. Ahora, el reflejo de la luz en el metal solo le podía recordar a Ismael el sol intenso que les quemó la frente, mientras se aseguraban de que Samuel no volviera, ahogando su cuerpo bajo toneladas de cemento. Siempre iba a vivir en la ciudad, aún después de muerto.

Samuel se quedó mirando la fosa de las monedas por largo tiempo. Sentado. Reflexionando. Mientras se decidía a abrir el baúl y escuchar la versión de la historia que aquellas monedas le iban a narrar, Ismael seguía coleccionando pedazos de recuerdos. ¿En realidad había sido perdonado? Eso había creído. Sin embargo, ahora recordaba que fueron años los que dejó al abuelo morir en aquel cementerio. Eso sólo hizo que durante aquel tiempo las palabras se hicieran más pesadas entre los dos extraños. Ahora lo único que quedaba del abuelo eran las monedas. Entre sus dedos querían hablar más que todo lo que ellos pudieron expresar en aquellas visitas. Ahora eran las monedas las que hacían la visita, y con ellas el abuelo, Samuel. Aquel fantasma que lo perseguía, con olor a metal y cobre, con el sol reflejado en la frente, cambió de semblante, y a medida que Ismael vio las monedas y percibió la historia de cada una de ellas, las contó, imaginó su valor, y las volvió a su ataúd color gris. Entonces sonrieron. Samuel sonrió porque allí estaba su vida. Su inmortalidad dorada, que podía ser vendida y revivida. Ismael sonrió porque vio al abuelo en sus ratitos libres haciendo lo mismo que él hacía ahora. El abuelo contaba una historia, la de su vida, que estaba encerrada en aquel baúl. Aquella había sido la herencia para el nieto. Una historia.

Ismael cerró el baúl y se volvió a sentar. Miró el baúl una vez más, por largo tiempo. Sentado, volvió a reflexionar, y más que eso, a recordar. La sonrisa seguía marcada en su rostro. Habíamos sido perdonados. Descansa en paz.

23 de agosto 2004
S. Gregory
Una historia dentro del baúl de color metálico. 2005. All Rights reserved. No Part of this story may be reproduced without the permission of David Gregory except for purposes of review.

MOSTAZAS

Mostazas calladas

Punto amarillo
que vino,
se ha corrido
en paredes
sin bolsillos.

Desastrosa mostaza
que se ha desprendido
de su cigarrillo,
de su semilla,
de su color resbaladizo.

Punto.
Círculo.
Ceniza de sonrisa.
Mueca entre la brisa.
Guiñada al olvido
que deja una huella.
La forma.
La marca.
La violada doncella.

Un beso perdido
colgado de la luna,
una herida que se abruma
entre pus malherido.

Mas en la esquina
un ojo dividido
se ha muerto en el camino
de una palabra muda
que no dice, no nombra
ni bendice
lo que ha malparido.

Spartagous G.
Mostazas Calladas. 2006. All Rights reserved. No Part of this poem may be reproduced without the permission of David Gregory except for purposes of review.

Wednesday, May 23, 2007

Exiliado de ella

Exiliado de ella

Tic Tac
Y el sonido se congela
-o eso parece-
en el tiempo
en el silencio.

Un nombre
Se rompe
Escupe su aroma al aire
dejando dos cadáveres,
Sombras caminando sin talones.

Despojos,
Añicos,
Cantos ahogados
Pedazos hilados
con chicle usado
Salivado…

-yo no vivía en aquel momento-

Entre las manos
se escapa un pensamiento
que bailaba entre los dedos,
el sonámbulo gesto
de un rostro seco.

Que nadie me vea
(que no, que no me vean)
Que tengo la sonrisa postiza
Una sonrisa que pesa.

-Aquel día que yo estaba muerto-

Han reventado mis cejas
causándome esta ceguera
Exiliada, voluntaria.

¡Que no quiero ver nada!
A nadie, llevo un letrero
Enterrándose en mis espaldas.

Llevo un letrero
Grande
que lee escúpeme
Déjame en la esquina tirado
Cadáver exquisito
Cuerpo podrido.

-Descompuesto-

Que estas manos
me quiten la cara
Y la entierren adentro, adentro.

Tirado, tirado
En el piso olvidado
Tirado
Tirado
Horroroso, desamparado
¡Horror!
El mundo y yo
Y entre tanta gente
No hay sonido
No hay murmullo
Solo pasos vacíos
Espejismos, espejismos
Labios sellados
Visión en mutismo…

-El día muerto-

y este cansancio.

S. G.

Saturday, May 12, 2007

Madman

Silhouette of a madman


A madman glimpses at the window
causing fear and pain

A madman singing a song
that is only heard in his head

He falls and moves
like a drop of rain

Smiles gently
to the view ahead

His strange mumblings
poetry that cannot be said



A dice thrown
a sound deaf
a man alone
isolated
in white
afraid.



A madman crosses his fingers
dancing in front of him

A madman painted by the window
forever trembling in hurt.

-Spartagous

Saturday, April 28, 2007

Ophelia

Ophelia

Dancing in a stage
the black procession;
a possible meaning to her life,
a “maybe” in the love of a man,
a prince;
the dreamer that she dreams.

And while her father smiles,
a shadow takes you by her hand
-the smile always seems so sad-
whispering in your ear
some words you cannot forgive:
let’s fly.

Water enters the body
and a silent weep dies,
there is a smell of vengeance,
blood and tears that no one cried.

Ophelia is dead by the river,
her naked body left aside,
may her dreams be forgotten ,
may her poem soak the sky .

Spart Gregory

Saturday, April 21, 2007

Cancion de cuna

Canción de cuna (o de entierro)
para un cadáver de corazón herido
o infantilismos #1


Hay un corazoncito herido
entre puertas secas escondido,
Vendado, fugitivo
acobardado
que tiembla, tiene frío
Se ha secado adentro
(su sangre se ha ido
se ahogó en los ríos)
Se ha enterrado vivo
-Nadie penetre su silencio-
para pararse rapidito
(¡En cuanto antes!)
y olvidar
-olvida, olvida mijito-
(Son los ecos del pasado,
una viejita meciendo al niño)
el nombre tatuado por el destino
para echar a la muerte
(¡Muere! ¡Muere!)
al pobre corazoncito herido.

Spartagous Gregory

Friday, March 23, 2007

Manos lanzadas al aire con un no entre los dedos

Manos lanzadas al aire con un no entre los dedos

-No.
El espacio que consumía esta palabra ardía en el aire consumiendo todo lo que hallaba a su paso hasta llegar a plasmarse en mis oídos. No. Mientras escuchaba esta contestación mis manos temblaban sin poder ejercer control sobre ellas; las mismas manos que un día descubrieron la hermosura de su piel, las mismas manos que ahora sabían demasiado para pretender que así de la nada olvidaran todo lo que había pasado.
Estabamos sentados en uno de los bancos frente al Centro Estudiantil. Cuando me senté junto a ella en ese lugar yo ignoraba que ese sería el cementerio de nuestra relación.
-No.
Miré en sus ojos y ví un reflejo ajeno. Ya no era yo el que los llenaba de fuego.
Mi mente se transportó por el tiempo. Allí estaban esos ojos de nuevo. Sin embargo, ahora tenían chispa, ahora tenían fuego. Me miraban fijamente, bañados de deseo. Asumían una posición nublosa, entrecortada.
-Tócame.
¿Tocar? ¿Qué significa eso? ¿Acaso las manos pueden ayudar a propagar el fuego o a extinguirlo? Miré mis manos. Estaban acongojadas, inocentes, vírgenes. ¿Qué puedo hacer yo con estas manos?
De repente cobraron vida y se elevaron. Cada dedo de esas manos llegó a los confines mas secretos de su cuerpo. Cada gesto, cada movimiento dejaba clavado el nombre de mi amor secreto...Sofía. Bajaba y subía de momento una melodía. Yo estaba sentado en el piano y tocaba como loco. Estaba desesperado. De arriba a abajo sonaba cada tecla hasta quedar extasíado. Sudor en frente, despeinado, dejé de tocar y ví nuevamente mis manos, totalmente asombrado de lo que habían hecho.
-Esas manos están hechas para tocar el piano-dijo una vez.
¿Lo habían comprobado? Miré sus ojos pero estaban cerrados. Me ocultaban algo.
-No.
Mis manos bajaron por su espalda. Sus bellos se erizaron. Su cuerpo hiperventilaba. Sus respiros eran tan fuertes que ensordecían. Me pasié ahora por su cuello. Juraba que había magia en mis manos. A través de ellas podía entrar en su cuerpo y sentir cada palpitar, cada movimiento. Entraba y salía dentro de ella a través de mis manos.
Derramé vino sobre su sexo que mis manos, atrevidamente, habían dejado al descubierto. Fueron mis manos las que me abrieron camino para beberme el vino. Agarré fuertemente sus manos y sentí que ibamos a quebrar los huesos. Fue lo mas cerca que estuvimos de derretirnos y ser uno.
-No.
Debí haberlo presentido. Mi mano cogió la suya, trataba de acercarla a mí, de guiarla hacia mi pecho. De momento, con un movimiento brusco, ella retiró su mano de la mía. Parecía que ya no la reconocía.
Traté de disimular el incidente, su repentino rechazo. Fingí que no me dolió su negación. ¿No son estas las mismas manos de siempre?
-No.
No siempre fue así. Hubieron momentos en que sus manos se pasearon por las mías provocándome unas ligeras cosquillas. La sonrisa mía se desbordaba de mejilla en mejilla.
-Te quiero-se me escapó en ese momento. Ya estaba incriminado y no tenía nada mas que perder.-Mas bien te amo.
Ella sonrió pero no dijo nada. Solo sonrió. Luego de eso lanzó una mirada que leía "Yo también te amo". Y me besó. ¿Cuántas veces me he perdido en su boca? Ya parecen interminables las veces. Pero su boca es tan jugosa que nunca me canso de besarla. ¿Cuántas veces mis manos quisieron agarrar todo su cuerpo mientras la besaba, temiéndo que se me esfumara en el aire?
Mis manos. Tocaron las colinas de su cuerpo. Ella deliraba en fiebre y yo en el sudor de la fiebre. El temblor era incontrolable.
-No.
Su pelo revolcado trató de ahorcarme. Me golpeó con ellos hasta que mi rostro escupió sangre.
-...me fascina tener fiebre.
-La pasión-me dijo ella.
-Sin ella no hay amor-contesté. Sus ojos se centraron en la pared de mi cuarto. Me ocultaba algo. Me ocultaba su pasado.
-No.
Se esfumó en el aire.
-No.
Este temblor de mis manos es incontrolable.
-No.
Me ocultaba su pasado.
-No.
Hablamos de cosas olvidables. Triviales. Sin saber como tocamos su pasado.
-No. No lo he olvidado. Me he dado cuenta de que aún le amo.
Quedé perdido. Estupefacto. ¿Entonces sus ojos me habían mentido? ¿O fue que, ciego al fin, no pude leerlos? Traté de actuar lo mas naturalemente posible.
-Creí que eso ya había pasado.
-Yo también. Traté de olvidarlo. Cuando me entregué a tí trataba de olvidarlo a él.
-¿Entonces cuando te tocaba a tí lo veías a él?
-No.
Pero como creerle ahora. En el mejor de los casos yo fuí un instrumento para olvidarlo. Un instrumento fracasado.
Miré mis manos. Las mismas manos que llevaba muy en alto, sumamente orgulloso de lo que podían hacer. Sin embargo, todo había cambiado. Ya yo no las miraba con el mismo agrado. La magia se había ido y mis manos tenían toda la culpa.
-Entonces,¿Ya no me amas?
-No... creo que nunca lo hize.
Aparté la mirada a otro lugar, específicamente al banco del lado. Había un grupo de extranjeros hablando y haciendo chistes. Traté de concentrarme un momento en lo que decían pero su inglés era bien isleño; de las Islas Vírgenes. Además, apenas oí unas palabras y me pareció que toda la gente alrededor de nosotros no importaba. Hablaban bien duro pero yo no los oía, ni ellos podían oír lo que nosotros estabamos diciendo. El centro del mundo en ese momento era ella y el banco en que un amor fallecía.
-¿Quieres decir que todo acabó?
-No. Podemos seguir siendo amigos.
-¡Je!¡Yo no puedo estar a tu lado sabiendo que eres de otro!
-Yo no le cuento a nadie mis intimidades.
-¡Pero ya yo lo sé! Y no podré quitarmelo de la mente.
Yo hablaba de sentimientos y ella de trivialidades.
-Sabes que no puedo seguir como amigo tuyo-continué. En ese momento trataba de esconder las lágrimas. Si se acabó que así sea.
-Pensé que ibas a cambiar.
-Y yo pensé que me querías pero ahora tu silencio de siempre me hace sentido.
Entonces fuí yo quien hizo silencio. Me levanté y dije:
-Me alegra que todo te esté saliendo bien con el.
-No...las mentiras no te quedan. Si quieres mírate en el espejo y practícalo.
-¿Que quieres que diga?¿Que estoy aguantando las ganas de llorar?...Adiós. Que te vaya bien. Siempre te recordaré.
(Se que suena korny pero eso dije).
Caminé sin mirar atrás pretendiendo huir de ese banco. Medio borracho de pensamientos caminé zigzagueando hasta el Centro Universitario. Me metí en el baño y me recosté en el lavamanos. Miré el reflejo del espejo, buscaba que me contestara la pregunta,¿Y ahora qué?

Silencio. Mis manos seguían temblando. Las pobres tampoco entendían que había pasado. Entonces las odié, las odié tanto porque no hicieron nada para impedir que ella se fuera. No la agarraron. No hicieron nada para enamorarla. De tanta vida que parecieron tener resultaron ser impotentes.
Cerré mi puño derecho y lo lanzé contra el espejo. La sangre salpicó enseguida de él pero logré mi propósito. El lavamanos se llenó de trozos de espejo, todos afilados y puntiagudos. Escogí el que más puntiagudo me pareció y con él me corté las manos. Abrí toda la piel que las unía de mis brazos y luego las halé, una con una mano y la otra con la entrepierna. Si había alguien a mi lado debió haber estado petrificado. Toda la sangre tintó de rojo el piso que antes era blanco. Entonces recogí como pude las manos y las eché al zafacón, justo donde merecían estar, en una pila de papeles sanitarios llenos de mierda.
Di unos pasos hacia la pared y me recosté de ella. Me deslizé suavemente hasta quedar sentado entre el piso y el charco de sangre. Así, sentado, desangrándome, incapaz de entender palabra alguna de las que me decían la gente que había entrado al baño, cerré mis ojos como una vez ella lo hizo. A mi mente vino su imágen con los ojos cerrados después del orgasmo. Entonces todo se puso blanco.

Manos lanzadas al aire con un no entre los dedos. All Rights reserved. No Part of this poem may be reproduced without the permission of David Gregory except for purposes of review.

Spartagous Gregory

Friday, March 02, 2007

Entre letra y deseo 5

Deseos a carne viva


Tu boca,
ese faro de luz que el mar desboca
irradiando fuerza magnética en mi cuerpo,
desbancando sueños y deseos.

Un beso tuyo
que es veneno dulce a mi existencia
cubre de torrentes mi enyesada mueca
salándome con tu afrodisíaca lengua,

bañándome en tus saladas fragancias,
sintiendo como en mí te bañas
como naufragio en la arena blanca
que en la travesía hemos dibujado.

Mis labios al rojo vivo
esperando algún remedio
que amortigüen el ardor, que me dejen sereno
y nademos sexo, lo vivamos,
en el silencio de un cementerio
donde viajen mis dedos por tu cuerpo
navegando en el océano de tu deseo.

Un fuego en la seda
que lentamente nos desnuda, nos quema
cantando entre las quimeras
un papel confuso firmado por muecas
que no se atreven a escribir poetas;
un credo y nosotros vagando
entre la leche, la miel y las caretas.

En el fin tu boca
que quema mis labios gota a gota
soñando despierto tu cuerpo completo,
desnudo, embravecido, peligroso por dentro,

pintando poesía entre los momentos
como fotos del faro bajo el mar
que como el mar invitan a tocar;
así, poco a poco, imaginar

este beso que te estoy dando,
desconociendo si me hace bien,
si me hace daño,
si lo estoy viviendo, o solo imaginando;
tocándote me completo, voy agonizando
y abro las puertas de aquello profano,
me envuelvo en el sin fin de tí,

ahogándome;
sintiendo en ti el sabor a mí,
salado...
respirándote;

dejándome hundir
por toda orilla que se asoma
mi voz se pierde incesante
sonando hueca y distante.

Me perdí en la tormenta
me hundí en tu océano,
sólo con este deseo
que se ha desnudado
se ha desgarrado la piel
para cicatrizar una eternidad
que es sólo otro momento.

...en el medio de tu beso...



Silencio


Cierra los labios.
No susurres palabra alguna
ni menciones nuestros presagios
que son del escándalo la cuna,
criando una relación
que vive la palabra amor
como doncella y su señor.

Dame un beso
que robe la luz a la luna
que lloren las estrellas, y la naturaleza
se exalte como buena puta.

No digas nada…calla;
que tu amor será mi escudo
tu nombre será mi espada
tus ojos mi tesoro
tus labios que tanto añoro;
mi amuleto dorado.

Viajaremos como en un sueño
entre nuestro mundo perfecto
que nadie más entienda el efecto
abrazados por siempre
durmiendo nuestro sueño;
viajaremos, lloraremos, amaremos,
las paredes guardarán el secreto
se abrazarán nuestros esqueletos
y nuestro amor quedará…en silencio.

Spartagous G

Sunday, February 18, 2007

Palabras de una poeta mejor

Madrugada:

Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.

-Alejandra Pizarnik

Friday, February 09, 2007

“No se quiere siempre ser comprendido cuando se escribe, a veces se quiere no ser comprendido.”
-Friedrich Nietzsche

Friday, February 02, 2007

Coming Soon

Otro cuento para no ser leído!

Entre letra y deseo 4

Dulce Veneno


Sensación momentánea
tu corona de savia
tus ojos deseables
que pretenden perturbarme.

Fieras salvajes
que engañan a cualquier amante.

Labios que encienden el fuego
de la pasión, amor y el deseo,
despertando los instintos
y confundiendo el momento.

La sangre palpita por las venas
acelerando en cada momento
jugando tu juego del engaño,
tu(,) trampa, tu(,) ilusión, tu(,) invento.

Gato y ratón; se repite el cuento,
serpiente venenosa
que envenena mi cuerpo,
amiga destructora,
enemiga que aniquila mi llanto.

Eres tú el personaje de mis pesadillas
tú la dueña, la amante, la protagonista
Eres mi corazón palpitando
a un millón de millas
tactactactactactactac
para entre cada latido
girar mi existencia
entre las comas perdidas;

Eres vino ardiente
que se derrama en mi frente
confundiendo mis heridas,
dudando de otra vida.

Sí; todo eso eres tú...
cielo e infierno,
con velo, con cuernos,
purgatorio de mi Edén
¡Bendigo el día en que te encontré!

Si me engañas o me matas
me confundes las palabras
quiero esa sensación de tenerte
aunque termines siendo
la causa de mi muerte.

Un segundo, una mirada;
que importa si me engañas
si poco a poco me matas
en el orgasmo del delirio de tu cama,
si mi vida gota a gota se extingue,
no la valoro porque vi tu esfinge
y en las puertas del mas allá
te volveré a nombrar.

¿Cómo terminar
si siempre he de empezar?
Si te amo tanto
no sé si mas de lo que te sé odiar,
quizás odiándote me dejé atrapar
y gocé y amé, mientras no paraba de llorar.

Al final todo es igual...
Se percibe tu inocencia
en cada decímetro de tu existencia,
tus ojos siguen siendo los deseados,
tus labios siguen siendo una hoguera,
tu sangre palpita por mis venas
unas gotas de vino que embriagan
los últimos versos de mi coherencia.

Friday, January 19, 2007

Entre letra y deseo 3

Entre la letra y el deseo III

Sensación al viento


Bajando la sangre
por las venas tal cual vino
siento tu aliento
como despierta tu suspiro.

Y te quiero,
como también quiero comer de tu piel
y beber de los líquidos
que adivinan mis instintos.

Sintiendo que te acercas,
que tu cuerpo está en el mío
que tu piel me va tragando
que me corto y en ti me vacío.

Me pierdo en tu lengua húmeda,
me mojo en ella,
me seco en tu espalda,
me excito en tu ser.

Hablan,
entre los vientos nuestros cuerpos hablan
y sienten que se queman por dentro
entre mil estremecimientos,
locura cual peldaña
clímax sin montaña
lenguaje eterno.

[Me di entero;
ella recibió mis manos,
sintió mi cuerpo
y se unió como si fuese viento...
como en un sueño.]
Cuando las palabras callan
hablan los deseos
cuando la mente traiciona
ceden los sentimientos

se unen los cuerpos
se atan, se sienten,
y sin decir nada,
sin nada más

que esparcir alientos
dejan escrito
para siempre un momento
que deja de serlo
para convertirse en recuerdo.

E inmortales seremos
por siempre, congelados
en ese momento
que fuimos derritiendo
gritando un rito al viento
mientras nos escondimos
en dos cuerpos unidos…