Puerto Rico lo hace mejor. No cabe duda que, si no lo hacemos mejor, estamos ahí-ahí, compitiendo cuello a cuello con otras regiones…en ser los mejores….en hacer lo peor. Finalmente hemos pasado el record de asesinatos por año. Hace rato pasamos los 1,000 en una isla que casi no se destaca en el mapa mundial, y que no tiene ni 4 millones de habitantes. Pero gente, ¡aplaudan! ¡Somos el país más violento en términos proporcionales de América Latina! ¡Lo hacemos mejor! ¡Nos cogimos por el culo a la mierda esa del cordero blanco y nos volvimos más violentos que nadie! ¡Somos locos con ver la sangre correr! Somos locos matando a hermanos boricuas, y no solo al que estaba en negocios turbios, sino a todo el que se lleve uno de por medio….y a veces, esto es hasta literal, dado que se han dado caso de personas que le han pegado un tiro a alguien solo porque te tocaron bocina cuando el asesino guiaba tan mal que hizo un corte de pastelillo. Así de grande somos que no tenemos ningún respeto por la vida humana.
Claro, estos son los resultados de años de cosecha con semillas podridas. Yo no sé si es el complejo colonial o el insularismo o la cosa del tamaño de la isla (sí, la tenemos pequeña, ¡vive con eso mijo!), pero el boricua lleva siglos de querer ser el más guapetón, el más listo, la pendejá, no del caribe, ¡sino del mundo! Eso no es nuevo. Libros hay demás que hablan del tema, lo que es nuevo desde hace unas décadas y que ha ido incrementando hasta salirse de control es mostrar esa marca de territorio a fuerza de balas o violencia en general. Basta ver a la gente empujándose y entrándose a pescozas en el viernes negro solo para ahorrarse pal’ de pesos por algo que bien pudieran encargar por Internet con el mismo descuento. Ver a la gente empujándose solo por entrar mostraba este guille bien boricua de que “el más listo soy yo”, ese mismo guille que mostró Carlos Pesquera al entrar a la cañona a la procuraduría de la mujer, ese mismo guille que se ven con los cabrones que empuja o se cuelan para llevarse 20 bolsas de hielo (que se jodan los demás) cuando no hay luz después de un huracán, esa misma desconsideración de llevarse la comida por cajas en momentos de emergencia. En fin, ese guille de que YO, YO, y YO soy el más cabrón aquí.
Ese individualismo salvaje y desmedido denota una falta de empatía con el otro. Si no es parte de tu familia, que se joda, que esto es la ley de la jungla al cuadrado, el sálvese quien pueda. Yo estoy seguro que si este chorro de cabrones asesinos que se pasan matando por joder, o tirando balas al aire porque ganó Cotto, o atropellando a gente por su borrachera, lo pensarían dos veces si se tratara de su hijo, de su madre, de su abuela, de alguien cercano. Pero la guapería y la ley del más malo traducen el todo en un “que se joda”, y en una vendetta si me tocan a mí a los míos, tipo mafia italiana pero sin el orden ni la disciplina.
Siempre está el que vincule este crecimiento en asesinatos con el gobierno de turno. No es de sorprender. De hecho, yo lo he vinculado una que otra vez. Este gobierno se ha caracterizado por insistir en un lenguaje y un estilo sumamente violento, desde los insultos del presidente del senado contra mujeres, homosexuales, y minorías, hasta el despliegue de la policía para entrarles a macanazos y gases pimienta a estudiantes desarmados. De igual forma, el crimen se les ha salido de las manos al derrumbar puntos para lucir bien ante la opinión pública sin garantizar luego la seguridad necesaria que los bichotes proveían dentro de sus territorios asignados en el bajo mundo. Y es que por supuesto, aun siendo el territorio estadounidense con más uniformada, la policía no da abasto para proteger si tienen que dividirse en derrumbar puntos de droga, proteger luego al caos consecuente, y servirle al ciudadano. Mucho menos va a dar abasto cuando los recursos policiales son malgastados en perseguir a ciudadanos que protestan contra los atropellos del gobierno, o contra los estudiantes que exigen una mejor educación a un costo limitado.
Pero el problema es mucho más complejo que eso y yo no pretendo ser quién para dar al punto con todos sus aspectos. Sin embargo, si bien es cierto que el gobierno de turno tiene que ver con la creciente ola de asesinatos y violencia, este es un país violento en el que el promedio de asesinatos no ha bajado de 700 en los últimos 25 años, lo que, nuevamente, para una isla tan pequeña, es inaceptable. De igual forma, la violencia del día a día que contrasta con eso de la “isla del Edén, Isla del encanto” también es algo que yo y mi generación vivió en carne viva y por la que muchos decidimos irnos de la isla, buscando nuevos lugares y nuevas situaciones, buscando nuevas perspectivas a las ideologías imperantes estancadas de la isla.
Por un lado, la falta de educación en la isla ha sido un problema que llevamos arrastrando por décadas. Basta con comparar la calidad de educación de las generaciones anteriores a nosotros para darse cuenta de que esto huele a fuchi. No estoy diciendo que todo tiempo pasado era mejor, pero mientras hoy en día nuestra jerga se vuelve más hacia el spanglish, las generaciones de antes del 50 batallaron una lucha campal contra la imposición del inglés en la isla, aferrándose al español boricua como fuente de identidad. De igual forma, la música popular tenía más riqueza temática y musical, especialmente a partir de los setenta, y en las mismas artes plásticas teníamos a personas haciendo las propuestas más interesantes desde Oller. Hasta el político más charro tenía cierto dominio de la oratoria como Albizu Campos, y hasta en menor medida un Luis Muñoz Marín y un Rubén Berríos. Todo esto reflejaba cierto nivel educativo, que se ha ido perdiendo poco a poco por la pereza colectiva y por una educación atada a reglamentaciones federales basadas en números y porcentajes en lugar de calidad, que no funcionan ni a nivel federal, mucho menos en un territorio. Para colmo, en la pasada década esta erosión ha sido más marcada con la cancelación de actividades culturales como las noches de galería (ahora amenazan a las fiestas de San Sebastian también), y el aumento del miedo colectivo como resultado de la ola de asesinatos, aumentando cada vez más el aislamiento y la falta de empatía con el otro. Y claro, si cuando habían ciertos estándares de calidad versus cantidad esto se reflejaba en los quehaceres culturales, ahora tenemos reguetón, Maripily, la Castro, y la Comay como el programa local número uno. ¿Dónde están los programas infantiles que me amamantaron cuando niño? ¿A dónde se ha ido la programación local? ¿Cómo es posible que mis sobrinos hablen de pastel y no de bizcocho? Ahora tenemos jóvenes que no saben que es “iba” y no “iva” o “hiba”, que es “ha” y no “a” cuando se trata del verbo “haber”, que es trabajo y no “job”, etc. No, la TV se ha mal parido de programas donde las gaznatás enlatadas son la orden del día, dónde el juzgar al otro es lo que hay que hacer (no mostrar empatía sino antipatía…a tirar la primera y todas las piedras en una isla hipócritamente cristiana), donde el sensacionalismo y la violencia hacen noticia. Y sí, esto no es único de Puerto Rico, pasa en Perú, en Estados Unidos, en México, en Chile…pero, ¿por qué tenemos que copiar siempre lo malo para luego quejarnos de los problemas que nos van asfixiando colectivamente?
Y es que el gran experimento de Puerto Rico culminó finalmente en convertirnos en la isla-ghetto. Aquí voy a usar un poco la ficción porque es lo que hago, y me voy a referir a “The Wire”, esa serie de HBO que hacía una crítica cuasi perfecta a todo el sistema norteamericano a través de la ficción televisiva por cable. En esa serie se retrata cómo el sistema norteamericano está corrompido por todas partes, desde el bajo mundo hasta la policía, la política, la educación, los sindicatos, y el media. Lo más triste de ver la serie es pensar que ese mismo sistema es el que se ha impuesto en la isla, convirtiéndola en un ghetto donde todos están atados a unas reglas de las cual es imposible salir; la educación se basa en números y no en resultados concretos (gente educada), la policía se rige por los mismos parámetros, los cuales no resuelven más que estadísticas, la política se debe a los que invierten dinero, los sindicatos viven su propia mafia, y el media….el media es el poder que hace lo que le da la gana sin que nadie lo fiscalice, persiguiendo agendas y vendiendo noticias en lugar de informar y educar sobre lo que informa. Lo peor de todo esto es que, dada nuestra relación con los Estados Unidos, estamos sujetos a esas reglamentaciones federales, que si no les funcionan a ellos, mucho menos a nosotros. Cosa que no se resuelve a menos que dejemos de estar sujetos a esas leyes, o sea, ni con la estadidad ni con el ELA….pero claro, no todo se basa en eso, y hay cosas que he mencionado antes que también tienen que ver con el tener un poquito de respeto por el otro, cosa que cada vez parece ser cosa más rara.
Mas claro es que esta violencia no se va a resolver en un futuro cercano, por más que los números bajen, y no se va a resolver a menos que se atiendan los problemas de raíz…..tardando una o dos generaciones aun. Y nunca se van a resolver si seguimos poniendo parchos y seguimos atados a las cadenas del absurdo que rigen en el norte. Y ya es hora que nos levantemos para resolverlos en lugar de seguir encerrándonos.
No comments:
Post a Comment