Thursday, April 23, 2009

relato presentado en Neyorrican (fragmentos)

Expulsado y errante (…siempre) ?

Se levantó un día. Desnudo. Confundido. Olvidado. Abrió los ojos y le pesaban, sintió que había pasado una vida en ellos, una eternidad. Sentía que había pasado tanto tiempo y, a la misma vez, no había pasado nada. Una claridad insoportable penetraba entre las cicatrices de sus ojos. Todo blanco. Era casi imposible apreciar el contorno. Era muy difícil percibir que había una especie de jardín a su alrededor. Era mucho más difícil entender que estaba precisamente debajo de un árbol.

La noche anterior todavía daba vueltas en la cabeza cual resaca. No dejaban de sonar ecos estridentes de los excesos que dieron muerte a la misma. Sin embargo, entre todas las chispas, entre todas las imágenes, había una que se repetía constantemente, subrayándose. Era el árbol. Cansado de andar hasta donde lo dejara la noche, Daniel se topó frente a frente con este producto vegetal. Una aberración. Tronco marrón y grueso, silueta deforme y siniestra. Las raíces eran profundas y eternas. No sabía por qué, pero sospechaba que esas raíces no tenían fin, que se extendían por toda la Tierra hasta llegar a su centro, y sobreviviendo a tal calor, resurgía en los helados polos, y seguía dando vueltas por todo el planeta, sin acabar jamás, y sin toparse nunca nuevamente con el tronco. No obstante, lo más particular eran las hojas de este árbol. Las mismas eran de un rojo tan vivo que comía la vista. De ellas goteaban gotas de un líquido del mismo color pero de un tono menos intenso. Era sangre. Entre las ramas y las hojas bailaban unos frutos extraños que Daniel no había visto nunca. Había demasiado rojo. Demasiado intenso.
Daniel trepó lo más alto que pudo, hacia el norte, hacia el cielo. Allá, en la cima, Daniel movió las ramas violentamente. Solo una fruta bajó del árbol y lo hizo lentamente, como si fuera el único fruto, como si fuera una lágrima del mismo árbol. Cayó en el suelo y Daniel se bajó del árbol.
Y comió…
…y dejó caer una lágrima tan roja como la fruta.
…y se alejó de aquel sitio. Para siempre. Sin decir adiós a mami. Sin decir adiós a papi. Que solo queda camino. Siempre cambiando. Como un dios. Solo. Olvidando. Sin nadie. Solo como solo comió del fruto. Marcado para siempre. Expulsado del paraíso. Un mundo nuevo. Un nuevo suspiro. Un destino que desconoce su ritmo. Siempre cambiante. Siempre genuino. Siempre abierto. Siempre vivo.

S.

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