Monday, November 29, 2010

Crónicas del Sur: Primera Parte

Creo que se me ha pasado el tiempo para escribir un poco sobre mis aventuras del sur. ¡Ya llevo tres meses aquí! Después de ese tiempo se empiezan a juntar las experiencias a un nivel en el que se hace más difícil contar las cosas cándidamente. Oficialmente, Buenos Aires es la ciudad en la que más tiempo he estado fuera de mi país natal y de South Bend. Ya con eso tendrá siempre un rincón en mí y un amor que llevaré hasta los últimos días. He vivido más en Baires que en mi querida Habana, la gran Bogotá, y Madrid...y cada una de estas ciudades aun guarda gratos recuerdos en mi.

¿Y qué se puede decir de Baires?? ¡Protestas! En realidad se pueden decir muchas cosas, pero me pude dar cuenta rápidamente de la constante militancia del pueblo aquí. A cada rato hay marchas y protestas a las que se une mucha gente. A la primera que fui fue a la “marcha por la seguridad” o algo así. De hecho, llegué por puro accidente. Era jueves en la plaza de mayo y yo llegué hasta ese lugar esperando a las famosas madres de la plaza cuyo nombre marca el mes de mi nacimiento. Nunca llegaron. En su lugar, centenares de personas se fueron congregando poco a poco en la plaza. Eran las 6:00 PM y ya yo estaba por irme porque las madres nos estaban por todo eso….sin embargo, algo me impedía alzar vuelo ya que había esta energía en la plaza, algo que anunciaba lo que estaba por pasar. Fue esa energía la que impidió que me fuera. Yo veía una que otra persona que tenían cartelones medio escondidos con nombres, y reporteros que, en lugar de irse, seguían instalando cámaras de TV. Pues resultaba que las madres no llegarían ese día por la dichosa marcha. Esos centenares que siguieron llegando, se unían con pancartas y nombres de víctimas de la alza del crimen en la ciudad. La pasión argentina era evidente. Yo, novato, parecía sorprendido de las “peleas” de ellos en plena plaza, pero al escuchar con detenimiento, me di cuenta que debatían ideas y soluciones con tono enérgico, que protestaban la falta de apoyo, que sugerían ideas. No, no estaban peleando ni se indultaban, pero tal es la pasión porteña, donde el habla y el contacto físico son rameras y dadas por contado. Para alguien que acababa de llegar del norte y cuatro años en Gringolandia, parecían peleas, pero la historia era otra. Y luego, fascinado, pude recostarme de un poste en la plaza y preguntarme cómo sería posible importar esta militancia a mi Puerto Rico. O sea, ¡no me jodan! Por más que haya un incremento en el crimen de la ciudad, no es nada con el crimen en San Juan y Puerto Rico, pero, ¿quién protesta allá? Que hagan caso o no a las protestas es otra historia, pero conocemos la fuerza de las protestas en un país que hizo remitir al presidente en el 2001, eso no se puede pasar por alto.

Tampoco se puede pasar por alto un nacionalismo aberrante pero que parece funcionar. En todos lados hay una “celeste” (la bandera argentina). Son muchos los balcones que tienen ese adorno y todavía ignoro si se debe al bicentenario, a la pasada copa mundial, a ambas, o a un hecho cotidiano. Me toca preguntar. Sin embargo, apuesto por cierto sentido unitario de comunidad que va más allá de la bandera. De lo contrario, la militancia sería imposible…pero esa es mi teoría de extranjero observando.

También me toca preguntar… ¿Dónde está el cambio en este país? Acabando de llegar, la que se suponía me vendiera un boleto para el “Subte” (metro) me pidió diez centavos. Los únicos centavos que yo tenía en el bolsillo eran de Estados Unidos….me toqué y toqué los bolsillos buscando en vano alguna moneda que satisficiera sus deseos, pero nada. Con resignación y hasta encogido de hombros le dije “no tengo”, con este acento que ni es argentino ni pasa por boricua, una mezcla prostituta para tratar de que me entiendan sin imitar un acento que nunca será mío. Pasó lo que pareció una eternidad con esta tipa mirándome cómo si me deseara la muerte para luego lanzar al aire un “me lo debés”, lo que logró que yo estallara en una carcajada que se burlaba tanto de ella como de mí. Sí pendeja, te lo pago en la otra vida…!acaba y dame el boleto y no jodas más! Bienvenido a Buenos Aires David. Y eso es en la ciudad. ¿En Mendoza? Allí sí que, o tienes menudo, o no compras nada. Los billetes son remendados con un tape más tecato que el que usan en PR para pegar los dólares medio rotos y pareciera que aquellos pesos los fabricara San Martín mismo cuando instauró la república. ¡De museo!

De Mendoza y los Andes me llevé ese sabor a calor, a desierto, y a planicie mayormente. Excepto en los Andes mismos, cuyo paisaje es uno de los más impresionantes que he visto. Y es que, ¿a quién no le impresionan las montañas? Son fascinantes precisamente porque te hacen sentir tan pequeño, tan insignificante. Y los Andes son las MONTAÑAS…y luego ese viento helado que me hacía bailar la piel y esa colonia de vendedores en medio de la nada, preguntando mi procedencia y contándome de las suyas, de los pasos que los llevaron a esos lugares tan altos.

El viaje de regreso fue a través de la Pampa…una planicie sin fin. Mas nunca vi tantas estrellas en la ciudad. Y son otras estrellas, desde otro ángulo, como es otra luna. Las manchas de la luna llena son otras a las que se ven desde el caribe o el norte. En un principio pensé que el color era igual a la luna del caribe, pero con más detenimiento, y gracias a los señalamientos de Michelle, puede apreciar que no, que las manchas eran diferentes, porque las veía desde otro lugar.

También tuve la oportunidad de escaparme un par de días a Uruguay, que me pareció hermoso, especialmente Colonia, donde por primera vez pude ver los cuerpos de agua. No es que no haya visto al majestuoso río la Plata en Baires, pero allá fue desde el edificio de la Biblioteca Nacional…o ya en el barco para ir a Uruguay. Sin embargo, en Colonia estuve frente a frente sus aguas, marrones, rosas, profundas como el mar, mentirosas. Y en Montevideo, sin mapa, llegué al centro de la ciudad, a la 18 de julio…y caminé hasta la bahía, donde me encontré con el mar, mi amante….precisamente el Atlántico, a quién no veía desde que estuve en San Juan. Que deliciosa fue la bofetada a salitre en mi rostro…tanto, que dejó cicatrizada una sonrisa en el mismo.

Son tantas las historias que han ido sumándose que ya es difícil contarlas todas con cierta coherencia. Como la vez que una gitana me robó en Mendoza, o yo caminado por San Rafael con una mochila super pesada cuando la podía dejar en el terminal, o las miles de obras teatrales, películas, caminatas, y buenos momentos que ya he tenido en esta ciudad. O ayer, cuando un policía me detuvo y me dejó ir porque era de Puerto Rico, pero no dejó ir a los argentinos para decirles…sabrá dios qué. Podría tratar de juntar todas las experiencias con un tango. Yo, extranjero en el puerto, con un sombrero ridículo, caminando pasos que se suman en un baile. Demás está que prometo un romance con la milonga, y unas lágrimas tipo Gardel cuando me tenga que ir por un tiempo, como tantos otros milongueros, como tantos otros que siguen saltando de puerto en puerto.

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