Thursday, September 21, 2006

El epíteto del insulto

Una semana después del incidente en el teatro, el autoproclamado movimiento estudiantil ha vuelto a la carga, pero sus acciones solo han reafirmado lo que ya mencioné antes, no piensan, solo reaccionan. Su estrategia, mayormente, se basa en utilizar el epíteto del insulto. Comenzaron con lo de “burguesitos”, sacado totalmente de contexto. Ahora, a los que hemos criticado su intento de censura, su enfrenta a los esfuerzos artísticos y su falta de estrategia, nos “reducen” o intentan pormenorizar para justificar lo que ha pasado. Para ellos, nosotros estamos desinformados (esto viniendo de gente que, como yo, no estuvo allí, pero aplaude desde las gradas las acciones, creyendo que las teorías de Marx se están viendo aplicadas en el “a la cañona” de los estudiantes), nuestra crítica no es un intento de pensar (nosotros solo nos resignamos a la inacción), y mas aun, lo que decimos son “estupideces” que recitamos desde nuestra “torre de marfil”. La forma de lidiar con la crítica es entonces el ridiculizarlo, el intentar insultarlo con palabras que intenten pormenorizar los argumentos. Para ellos, ninguna lucha es perfecta, así que se improvisa algo y eso es lo que se hace. Punto, que para hacer huevos revueltos hay que romper huevos. Bien, pero, ¿cuál es el empeño de no aceptar criticas? ¿Por qué no asimilarlas para una próxima ocasión? ¿Por qué comenzar con los insultos? ¿Por qué no se puede dialogar, debatir, o cualquier intento de cuestionar, preguntarnos por qué de esa forma y no de otra, cómo se puede hacer algo mejor? Llevo años merodeando en el ambiente seudo-intelectual de la academia, y estoy acostumbrado a las palabras fuertes, cargadas, pero que estimulen la continuación del debate, del pensamiento. Si más recuerdo, era Nietzsche el que decía que pensar es un acto de guerra, y ¡bienvenido sea!
Sin embargo, a una semana de los incidentes, las palabras fuertes no convocan a debatir, a pensar sobre la situación, sino a pormenorizar los argumentos que no les satisfagan y justificar el hecho de que se dejó encerrada a gente dentro del teatro, que se atentó contra el arte, que se escogió mal momento y mala hora. Estoy de acuerdo con Omar Acevedo cuando dice que hubiese sido mejor la alfombra humana, hubiese sido genial. Mas no, a gritar insultos, a cerrar puertas, a decir medias-verdades y luego a seguir cerrando puertas, que solo en ellos radica la acción y el pensamiento (¡la verdad!), los demás nada tienen que decir, a menos que no sean “estupideces” desde “la torre de marfil”.

2 comments:

ala.guerra said...

Totalmente de acuerdo.
Ya no se sabe si sentirse orgulloso de pertenecer al sistema o avergonzarse por las cosas que suceden.
En fin, supongo que estaremos en conteo regresivo hasta la caída de Titi Chagua.

Ray Leverkunst said...

David, cállate! Sabes que no estamos en PR así que no tenemos ningún derecho a pensar.