La verdad es que en Puerto Rico las cosas se dan más lento que una tortuga. No todas, pero la gran mayoría. Y no es que eso no pase en otros lados, ya que a la gente, por lo general, no le gustan los cambios. De hecho, yo soy de los que cree en poner un grano de arena y esperar que se den los cambios que queremos para las generaciones venideras, aun cuando nosotros no las veamos en vida. Así es que se han dado los grandes cambios de justicia social en la historia. La independencia de los pueblos (en general y no la de uno en específico), el sufragio femenino y el cambio del rol de la mujer (que todavía necesita seguir cambiando hasta lograr la igualdad), la abolición de la esclavitud y el fin de la segregación, el reconocimiento de los derechos humanos de los homosexuales (que también tiene un largo trecho por recorrer), son algunos ejemplos de cambios que se han dado poco a poco y con mucha sangre de por medio, pero gracias a esas luchas hoy hay un presidente mulato en Estados Unidos, matrimonio homosexual legal en países como Argentina y España, y así, muchos otros logros que, contrariando a los gritos de protesta por parte de los sectores conservadores, han logrado que seamos más libres, más justos, y más respetuosos de la diferencia (o tratemos de serlo).
Por esto fue con sorpresa y desagrado que mientras cambiaba canales de televisión los otros días, me topé con un personaje que, aun sin saber su nombre, conozco su ofensa. Era una “loca”, como le dicen acá a los homosexuales, entre broma y nombre que raya en lo peyorativo. El personaje tenía un pañuelo en la cabeza como si fuera Minga o Petraca, chanclas, una camiseta hecha un nudo y que subía más allá de la barriga, y unos pantalones cortos. Sus gestos era exageradamente amanerados, y era en eso que pretendía provocar risa. Hacía cosas como pegarles las nalgas a un “bandido” que los asaltaba, y darle bofetadas mientras gritaba “¡atrevido!” (en voz exageradamente afeminada) una vez se dio cuenta era un vecino (si entendí la “temática”). La idea del “sketch” (si podemos llamarle como tal) era el reírnos de la loca, subrayado con el peso (¿?) de las usuales risas forzadas que dan la señal al público de cuándo reírse, que esto o aquello es chistoso.
Me pregunto yo -y creo que es hora de todos preguntarnos- ¿qué es exactamente lo chistoso? Y es que a todas luces este tipo de comedia no se basa en reírse de los eventos, sino del personaje, y ya que el personaje es loca, pues reírse de la loca o su sucesiva comuna de adjetivos (pato, maricón, mariposa…en una sociedad macharrana las palabras para denigrar o mofarse del homosexual no son agua en el desierto). Se supone que aun ese miembro de nuestra sociedad (hermanos, primos, hijos, amigos) sea objeto de moja, de caricatura, de humillación, y al ver que todavía los programas locales usan ese tipo de comedia imagino que son muchos los seguidores. Mientras en muchos países el homosexual es un personaje serio, miembro de la comunidad, en perfecta calibración con la realidad y con la idea de aceptar y no odiar la diferencia, nosotros estamos estancados todavía con Guille, la loca de la televisión puertorriqueña de los 80 que tenia una radio rosa, bailaba “Ese ritmo se baila así” de Chayanne, y se hacía el playboy cuando llegaba el macho heterosexual a la casa. Es también el mismo modelo de un Vitín, también de los 80, quien, aunque no era famoso por ser afeminado, si estaba loco por “enseñar la espalda.” Sí, ese sigue siendo el modelo a seguir en Puerto Rico, treinta años después. Da mucho que desear cuando comparamos con programación televisiva de otros lugares o en sus filmes. En Estados Unidos un personaje gay ya es tan de uso común que a veces resulta cliché, en Argentina se tratan los romances con la mayor seriedad (el programa con mayor éxito ahora mismo, Botineras, cuenta con dos protagonistas futboleros gay), y en otros países de occidente el personaje homosexual no es objeto de broma, pero símbolo de lo que todos somos, seres humanos. Se trata de otro personaje más del cual nos podemos hasta reír, pero no por ser loca, sino por lo que le pase o lo que diga, ya no tanto como caricatura, sino porque lo que dice es cómico, como igual podría ser cómico en cualquier otro personaje. Sin embargo, aquí seguimos estancados con el mofarnos de la loca, o sea, seguimos en las mismas. ¿Qué nos dice esto como pueblo?
Y no es que yo quiera entrar en la diatriba de que en Puerto Rico somos lo peor y el complejo de que en otros lugares se hace mejor. De hecho, muchos otros países, por no decir la mayoría, siguen en esa línea. Sin embargo, ya es hora de empezar a madurar. Cada uno de nosotros, o conoce o quiere a un homosexual. Son nuestros amigos, antiguos compañeros de clase, nuestros vecinos, nuestros hermanos o hermanas, nuestros primos, nuestros hijos, nuestros tíos, son gente que tienen rostro, que sienten y padecen, que se enamoran y se desenamoran, que ríen y lloran, como todo el mundo. Entonces, ¿por qué reírnos? ¿O acaso los macharranes y conservadores (no solo hombres caen en esta categoría), locos por alzar su dedo, no conocen a nadie que sea homosexual, o en términos generales, diferentes? El que diga eso, o se miente, o le mienten, o quiere mentirse. Y, ¿quién les da derecho a juzgar y/o mofarse? ¿Sus creencias? ¿Su dios? ¿Acaso ellas definen a quién se debe odiar y rechazar (y subrayo que el rechazo es unn forma de odiar la diferencia, para aquellos que quieran citar algún pasaje de la Biblia. A esos les pregunto, ¿no se basa su religión en amar al prójimo?)? Yo estoy seguro que en algún momento cada uno de ellos ha sido objeto de moja y burla, por más normal que se crea. Entonces, ¿quieres extender ese sentimiento de rechazo cuando hasta cuando en tus comportamientos más “normales” has sido objeto de moja? Recuerden eso cuando quieran mofarse de alguien por que es “raro”.
Todas estas preguntas pretenden comenzar una discusión seria del tema y dejar la mofa atrás. No se trata de que seamos anormales o machistas en esta isla, sino de que tenemos que aceptarnos como comunidad, y eso incluye a todos nuestros miembros. Apliquemos eso que dicen de amar al prójimo y comencemos a hacerlo. Quizás entonces, la loca no sea más objeto de burla sino, como ya es en muchos programas y filmes, uno más en el grupo, con sus particularidades que le hacen singulares, como cada uno de nosotros tenemos las nuestras.
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